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La fotografía por la que tanto tiempo han estado esperando muchos scousers. (foto: Óscar del Pozo) |
Roma, Londres, París, Roma, Estambul y, desde ayer, Madrid. El Liverpool ha vuelto a ganar un título más de 2.500 días después y a reinar en Europa tras casi un cuarto de siglo. Por fin, el largo letargo del equipo de Anfield llegó a su fin, a pesar del empeño constante y errático por evitarlo de un digno finalista como fue el Tottenham.
Sin apenas tiempo para reflexionar después del espectáculo de Imagine Dragons y el minuto de silencio en recuerdo al fallecido José Antonio Reyes, el Tottenham recibió el primer y durísimo golpe. No había llegado el contador a los treinta segundos de partido cuando un envío de Mané impactaba en la mano de Sissoko y, no sin polémica, el colegiado Skomina señalaba el punto de penalti.
Un castigo demasiado severo y prontío para un debutante en una cita de tal calibre. Salah, marcado por circunstancias bien distintas el curso pasado, no falló desde los once metros y dio la iniciativa a los suyos, con apenas un minuto de juego transcurrido.
Este evento fue como un directo recio a la mandíbula del equipo de Pochettino, que durante muchos minutos se quedó tambaleando sobre el césped del Wanda Metropolitano, en el que sus únicas formas de conseguir sortear la característica fortísima presión de los reds, cómodos con la situación, eran balones largos a las incorporaciones o las conducciones de los laterales -Trippier y Rose- que chocaban de frente una y otra vez con la defensa del Liverpool, que incluso llegó a tener alguna ocasión como los tiros lejanos de Alexander-Arnold o Robertson. Los dos laterales. Bajo la mano de Klopp, dos atacantes más.
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La diferencia que hace un año. (foto: EFE) |
Como el tiempo todo lo cura, también en el fútbol, poco a poco el Tottenham, con la obligación de buscar el empate, fue imponiendo su ritmo y acercándose a la portería de Alisson. Ni el tiempo de descanso puso un detenimiento al renacer spur. Encabezado por Son, los londinenses empezaron a crecerse y a obligar a los de Mersey a retrasar sus líneas, pero sus intenciones apenas eran acompañadas por sus compañeros. Ni un Eriksen carente de magia, un Alli al que seguimos confirmando que se le quedan cortas estas citas y, sobre todo, un Kane al que se le notaba falto de ritmo competitivo, ayudaron al coreano.
De la misma forma que Kane se encontraba Roberto Firmino. El brasileño se desgastó en el campo, pero no era su día. Su falta se notó en los contragolpes que el Tottenham les permitía lanzar a los
reds y en los que no lograron aumentar su ventaja. Mané estaba demasiado solo con un Firmino apático y un Salah fallón. Klopp lo vio y dio entrada en su lugar al hombre tocado por la varita esta temporada en Melwood. El mismo que la temporada pasada, cuando el Liverpool
sucumbía ante el Real Madrid en Kiev, actuaba en calidad de cedido en un equipo salvado por la campana en la Bundesliga como el Wolfsburgo.
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Si nos lo dicen hace un año, nos reímos. Muy fuerte. (foto: Tolga Bozoglu//EFE) |
El mismo que ha marcado tres goles esta temporada en Premier, pero que dos de ellos valieron seis puntos fundamentales para alargar la lucha por el título. El mismo que también ha marcado tres goles en esta Champions League, pero vaya tres goles. Dos en la remontada ante el Barça, y el otro en la gran escena final. Porque esta Copa de Europa tan especial aún podía serlo algo más.
Una jugada embarullada, como la carrera del belga de 24 años, terminó con un inapelable y preciso zurdazo que hizo añicos todo el trabajo llevado a cabo por los de Pochettino los minutos anteriores. El técnico argentino, a parte de introducir a Dier por un lesionado y superado Sissoko, cambió su esquema, quizá algo tarde, para dar entrada a su particular héroe, Lucas Moura y a su torre Fernando Llorente. Sus entradas fueron un plus para la inercia que ya llevaban sus compañeros, pero tanto sus ocasiones como las de Eriksen o Son acabaron detenidas o por el radar de un Fabinho omnipresente, un Van Dijk titánico o, en última instancia, contra un auténtico muro.
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Su Tottenham mereció algo más. Pochettino, sin embargo, puso en duda su continuidad en rueda de prensa. (foto: Getty Images) |
Su nombre, Alisson Becker. Ocho paradas completó el carioca para ser totalmente clave en una segunda mitad de ensueño para él. Cada intervención era un clavo más a las esperanzas de un Tottenham que se parecía al Liverpool del año pasado y veía como su sueño, el que no saben si volverán a tener alguna vez más en su historia, se apagaba poco a poco. Sus estiradas eran las de una afición red sufridora, desplazada masivamente a Madrid. Parecía caro hace algo menos de un año, cuando costó ficharlo de la Roma 62 millones de euros. Hoy parece calderilla. Algo más, 85 kilos, costó en invierno de 2018 Van Dijk, el otro gran puntal defensivo de la zaga, capaz de hacer mejores a Lovren o a Matip.
Los dos refuerzos que quería Klopp para terminar de escribir su recordada frase. "Mi misión es convertir a los escépticos en creyentes". En realidad, hace tiempo que lo ha conseguido. La afición del Liverpool vuelve a sentir que su equipo es temido en Europa como lo fue con Kevin Keegan o King Kenny Dalglish en el verde y Bill Shankly, Bob Paisley o Joe Fagan en el banquillo. Este título es solamente la prueba final, que no definitiva.
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Pocos losers han ganado más, y no solo en cuanto a títulos se refiere. (foto: Reuters) |
Jordan Henderson, un hombre que llegó en 2011 como un niño de 20 años al Liverpool con la etiqueta de suplir a un mito como Steven Gerrard, que vivió la odisea de los primeros años de esta década, muchas veces señalado, rompió a llorar con el pitido final. Él mismo se encargó de llevar al cielo esa preciosa orejona que todos sueñan con tocar alguna vez en su carrera. Para siempre, quedará en la historia de un club que nunca la desprecia.
"Esto es solo el comienzo", afirmaba Klopp -ya nunca más el perdedor de finales- en la rueda de prensa posterior al encuentro. No voy a ser yo el que diga que el alemán está equivocado -al menos en esto-, pero
aquí nos aventuramos a decirlo hace un año, cuando él cantaba con la afición red que volverían. Y volvieron. El camino a Kiev nunca fue una casualidad, de la misma forma que no lo han sido los últimos cuatro años de proyecto, y mucho menos esta loca travesía que les ha llevado a la sexta Copa de Europa, a añadir Madrid a su lista de ciudades encantadas.
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