SOLO HAY UN DIRK

(foto: Ron Jenkins//AP)

Seis meses y 1.230 partidos después, la fase regular de la temporada 2018-2019 de la NBA ha tocado a su fin, lo que indica que aún queda mucho por decidir, con los mejores equipos luchando a partir de este fin de semana en los frenéticos PlayOffs por el codiciado anillo. Mientras, catorce equipos ya encaran sus vacaciones, pensando en el futuro, en el Draft o en esos partidos que provocan que estén camino de la playa, todo con vistas al próximo curso que dará inicio en octubre. Para una de esas franquicias, la 19-20 será, sin duda, el comienzo de una nueva era.

Esta pasada madrugada, si tomamos la hora española, dijo adiós al baloncesto una de las figuras más importantes de la NBA y de la FIBA en este siglo XXI. No alguien cualquiera logra dar un golpe de efecto en todo un equipo. Alrededor de este enorme pero habilidoso germano rubio (como mandan los cánones) una joven franquicia como era en su momento Dallas Mavericks dio el siguiente paso.

En la camiseta de los Mavs en vez de "Dallas" se podría leer "Dirk" y no pasaría absolutamente nada. Nowitzki ha sido sagrado en el equipo texano prácticamente desde su aterrizaje en 1998, cuando el equipo atravesaba una racha de ocho años sin meterse en los PlayOffs por el título y aún tenía pesadillas de recientes temporadas vergonzosas como el caso de la 1992-1993, en la que el balance de 11V-71D supuso el segundo peor en toda la historia.

Lo seleccionó Milwaukee pero el manager Don Nelson estuvo rápido para llevárselo. (foto: basketamericano.com)

Su llegada en el Draft del 98, elegido por los Milwaukee Bucks en el puesto nueve -Don Nelson se encargó de conseguir sus servicios-, junto a la de un tal Steve Nash desde los Suns, fue gran parte de los cimientos necesarios para llevar a los Dallas Mavericks, poco a poco, a la próxima base: pasar de ser un equipo sin identidad, de idas y venidas, a uno de los más reconocibles curso sí y curso también en toda la NBA. 

Una identidad que, como no podía ser de otra forma, ha estado totalmente ligada a la de Nowitzki, más cuando Nash en 2004 retornó a los Phoenix Suns. A partir de ahí el alemán se convirtió en el jugador franquicia de los de Texas, en la cara visible de los Mavs. Sus "tirito de toda la vida" a cinco metros de la canasta, la elegancia en los movimientos sobre la pintura, los triples impropios de sus cualidades físicas... se hicieron seña de Dirk y de Dallas.

Tiempo y lugar ha tenido para ello. Desde 1998 hasta 2019, concretamente. En los momentos de la historia que nos ha tocado vivir, en la que todo es efímero y se valoran menos las cosas, es muy complicado ver a un jugador o entrenador manteniéndose tanto tiempo en una misma disciplina, sea el deporte que sea, y más en la loca NBA (y si no que se lo digan a Nik Stauskas y Wade Baldwin). Por eso, la lealtad de tipos como Nowitzki es un aspecto a loar y destacar.

Aunque, a pesar de lo descrito hasta ahora, un concepto por encima de todos quedará en la historia como definitorio de la unión de jugador y equipo: la competitividad. Un "algo" abstracto complejo de medir directamente con números ni con la estadística avanzada tan de moda hoy en día pero que siempre es imprescindible en cualquier conjunto. No en vano, fue una de las claves por las que pasaron de estar diez años seguidos sin pisar los PlayOffs a doce consecutivos llegando a esa pretendida postemporada.

Anillo, MVP y golpetazo para entrar al selecto club de las leyendas de este deporte. (foto: skysports.com)

Todo ello alcanzando su punto culmen en la campaña 2010-2011, en esos PlayOffs que introdujeron a Dirk y a los Mavericks en el olimpo de los dioses de la NBA. Después de años y años llegando a las fases decisivas, incluso cayendo en la final en 2006, llegó la recompensa a tanto esfuerzo. En su camino hasta la última estación echaron primero a los Blazers, luego a los defensores del título, los Lakers, y por último a los Thunder, estos dos últimos bastante más favoritos que ellos. En las Finales el destino quiso ser caprichoso y les regaló la oportunidad a los de Dallas de completar la venganza contra sus verdugos de cinco años atrás, los Miami HEAT de LeBron, Bosh y Wade (el otro protagonista de la semana), y en ese escenario Dirk Nowitzki fue dueño y señor con actuaciones de megaestrella.

A partir de ese año, un mal habitual se hizo presente en Dirk. Las lesiones comenzaron a afectar cada vez más a su espigado cuerpo, a menguar sus participaciones y a reducir su importancia. Aún así, su leyenda de por sí enorme no se ha visto perjudicada y ha vivido incluso algunos episodios más de enjundia, convirtiéndose en el jugador con más temporadas en una misma franquicia con 21, quinto con más partidos, sexto máximo anotador de siempre, el primer extranjero en llegar a 30.000 puntos y cimentándose, junto a Pau Gasol, como uno de los mejores europeos en la NBA de todos los tiempos. Vaya dos...

Después de tanto camino transcurrido, la cancha de los San Antonio Spurs vivió el último partido de Dirk (20 puntos y 10 rebotes) que, con lágrimas en los ojos y recibiendo el reconocimiento de enormes de esto del baloncesto como Larry Bird, Charles Barkley o Gregg Popovich, se despidió con la conciencia tranquila de haber dado todo por unos mismos colores, una misma ciudad, y de que la estructura que construyó se queda en buenas manos.


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