QUÉ BUENO QUE VINISTEIS

(foto: Cor Vos)

A parte de por el dominio absoluto de los tiranos del Deceuninck - Quick-Step y el Astana, el comienzo de la temporada 2019 de ciclismo, sobre todo en cuanto a las clásicas de piedras, está marcado por dos nombres propios de los que todos conocíamos su calidad pero teníamos algunas dudas de si podrían hacerla valer en estas condiciones.

La historia de Mathieu Van der Poel y Wout Van Aert está condenada a mantenerse ligada por mucho tiempo. Si dices el nombre del uno, justo a continuación sale el del otro; si uno se exhibe en una carrera, al otro se le pide lo mismo o más en la siguiente; e incluso al nivel de arrastrar al fanatismo a estar "en el barco" de uno o de otro. Dos hombres que mantienen un duelo constante con muchas papeletas para pasar a ser una de las rivalidades que marcan una generación, como en su momento fue el caso del Magic Johnson vs Larry Bird, o una más actual como el Messi vs Cristiano, por poner algunos ejemplos. 

Los de ciclismo en ruta empiezan a conocerlo, pero los fans del ciclocrós saben ya de lo que hablo. Holandés y belga son los nombres propios, los máximos representantes, de las dos ruedas y el barro, y cómo no, los que más, en cantidad y en estilo, ganan. No en vano y a pesar de no superar los 24 años de edad, entre sus numerosas victorias se reparten los cinco últimos maillots de campeón del mundo de esta disciplina, con tres para Mathieu y dos para Wout.

Por eso Van der Poel, quizá perseguido por el buen papel de Van Aert el año pasado en su primera intentona en esta temporada de clásicas, se ha decidido en este 2019 por dejar de lado esas carreras de menor pedigrí en las que se basaba su calendario de ruta para aparecer en las grandes citas. Un paso más en su carrera deportiva y en la rivalidad que comparten que a los mejores no les hace ya ni pizca de gracia, porque esa adaptación que cualquiera necesitaría en estas exigentes pruebas para ellos no es más que una quimera.

Esfuerzo sin recompensa por el momento. (foto: Photo News)

En esta su segunda primavera en la ruta, a Van Aert se le resiste todavía la victoria, pero de las seis carreras en las que ha participado este curso, en cinco ha acabado entre los quince primeros y en todas ellas ha buscado proponer y ser protagonista. Tercero en Strade Bianche -al igual que en 2018- luchando hasta el final con Alaphilippe y Fuglsang, sexto en su debut en toda una Milano-Sanremo en la que no se lo pensó y fue al ataque en el momento decisivo, y segundo en la E3 solo superado al sprint por el "efecto Stybar" o el "efecto Deceuninck". El belga cuenta con toda la libertad y las llaves de líder en su nuevo equipo en la ruta, el Team Jumbo-Visma -echamos de menos el "Lotto"-, con el que firmó después de una serie de discrepancias con su anterior escuadra, el Vérandas Willems-Crelan. En lo que resta de temporada en ciclocrós lo veremos vistiendo el jersey del equipo Cibel-Cebon Offroad.

Fiel a su equipo, y eso que ofertas no le han faltado, se ha mantenido Van der Poel, una decisión muy ligada a que, aunque este año se ha decidido a probar suerte en las clásicas, al igual que Van Aert no dejará de espaldas el ciclocrós, en el que seguirá compitiendo en este 2019. Su temporada comenzó en Turquía, con el Tour de Antalya, en el que se llevó la primera de sus tres victorias hasta la fecha. Y quién lo iba a decir cuando en los últimos kilómetros de la Nokere Koerse se pegó un golpetazo tremendo, hace apenas dos semanas. Un día después ya estaba montando en bici, y cuatro más tarde ganando en el GP Denain. Con la miel en los labios se quedó en una durísima Gent-Wevelgem en la que finalizó cuarto, en la que su escapada lejana junto a otras grandes figuras acabó sin fructificar. Donde sí le sonrió la suerte fue en la chapucera A Través de Flandes -o Dwars door Vlaanderen, precioso nombre-, la última prueba antes de De Ronde. Una primera victoria en una carrera UCI WT al segundo intento para el tulipán -además con el maillot de campeón nacional- que lleva la firma del más puro ciclocrós, la de la fuerza y el ataque lejano -a 60 km de meta- para romperlos a todos.

Uno de uno en el UCI WT y a su manera. (foto: Cor Vos)

Una firma que el ciclismo en ruta actual ha ido perdiendo poco a poco en las últimas épocas. Siguen quedando ejemplos, nombres, momentos, recuerdos, pero cada vez más aislados de este tipo de exhibiciones como la de ayer de Van der Poel en tierras flamencas o los intentos de Van Aert de ir a por la victoria con una estrategia ofensiva, espectacular y atractiva para aficionados y para los propios ciclistas. Le sigue faltando finalizarla con inteligencia.

Razones de sobra para que, con la traca que se viene, nada más y nada menos que De Ronde -o Tour de Flandes, para los despistados- y París-Roubaix, Van der Poel y Van Aert estén ya de lleno en la lista de favoritos a anotar su nombre entre los prestigiosos ganadores de monumentos como Eddy Merckx, Rik Van Looy, Fabian Cancellara, Tom Boonen o Adrie Van der Poel, padre de Mathieu. No está por poco Pou-Pou, Raymond Poulidor... abuelo de Mathieu. Estirpe de grandes del ciclismo.

Y camino de ello van estas dos figuras. Mathieu y Wout, Wout y Mathieu. Una primavera para comenzar a cimentar su leyenda, esa que ya es toda una realidad en el barro del ciclocrós, en el mundo de la ruta. Una rivalidad para marcar tendencia y confiar en que un ciclismo como el que practican estos bichos es posible.


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