LA IMPORTANCIA DE CREER

(foto: Selección Española)

Dos acontecimientos marcaron la tarde deportiva de este último domingo. Para ser más concretos, dos finales. Una en la capital española, Madrid, otra en una ciudad del norte de Portugal, Gondomar. Una de baloncesto, otra de fútbol sala. Una masculina, otra femenina. Una de enorme tradición, otra de reciente creación. A simple vista tan antagónicas pero a la vez tan iguales.

La 83ª edición de la Copa del Rey de baloncesto se disputó la semana pasada entre el jueves y el domingo, con el WiZink Center de Madrid como sede. Cuatro días para disfrutar fiesta del basket nacional y del torneo que respira más historia.

Y como de tradición e historia va la cosa, la final la protagonizaron los dos conjuntos más poderosos del territorio español y además los que más veces se han visto las caras en esta situación, el Real Madrid y el Barça Lassa.

Como manda la razón en cuestión de citas de este tipo, la igualdad fue la palabra que definió los primeros veinte minutos del choque. El bloque culé, con Pangos, Tomic y Claver a la cabeza, y el merengue, liderado por un imponente Ayón, un intermitente Campazzo y la espectacularidad de Llull, se repartían sendos golpes en forma de parciales para su favor hasta que llegó el entretiempo, con un marcador exacto de 35-35.

Singleton y Randolph, protagonistas de la final. (foto: EFE)

Una igualdad que desapareció de un plumazo en el tercer cuarto. Diez minutos en los que todo el Real Madrid fue una apisonadora que destrozó a un Barça Lassa perdido sobre el parqué, sin acierto en los pocos tiros de los que dispuso y superado por el ambiente que había creado un público ampliamente madridista animado por la actuación de los suyos.

58-41 llegó a ser el marcador en favor de los blancos con tan solo un cuarto por delante. Una ventaja prácticamente insalvable, 16 puntos que para muchos equipos, o para el mismo Barça en otra época no tan lejana, hubieran supuesto tirar la toalla definitivamente y ponerse a pensar en el futuro, en seguir asentando el liderato de la Liga Endesa, o en guardar fuerzas para seguir ganándose un puesto en el Top 4 de la Euroliga.

Pero no ayer -y menos con el señor que ocupa el banquillo-. El Barça Lassa creyó que era posible, y lo hizo. Apenas dos minutos les bastaron para, con esa intensidad y esa fuerza que tanto caracteriza al conjunto de Pesic, remontar el partido. Un Heurtel MVP, liderando un ataque que encontró el acierto perdido en el tercer parcial para meter cinco triples seguidos y un 2+1, y una defensa en la que se multiplicaron las manos y que cerró todos los huecos que los madridistas estaban encontrando con facilidad hasta el momento, fueron las claves de la increíble remontada blaugrana.

Después, la locura. Tiros libres fallados, la enésima canasta decisiva de Llull, más tiros libres fallados y por último el despropósito arbitral que ha abierto la veda para todos los que buscan la carnaza fresca. La moneda cayó de cara del Barça Lassa, que celebra su segunda Copa seguida, con un sabor muy distinto a la del año pasado. Un título que, como bien sabe el de Mahón, no hubiera sido posible si en el vestuario azulgrana no hubieran creído en él.

Tomic levantó su primer trofeo como capitán de la nave blaugrana. (foto: José García Sirvent)

De la misma forma llevan creyendo todas las mujeres que practican deporte, más concretamente en este caso las que se sacrifican para jugar a fútbol sala, con el objetivo de que su situación siga progresando. Porque, aunque desenvolverse sobre el 40x20 es lo que a ellas más les gusta, la protección y el reconocimiento de las propias instituciones sigue estando muy lejos de ser ya no ecuánime a lo que obtienen ellos, sino el mínimo que como deportistas se merecen.

En el aspecto del reconocimiento se ha dado un claro y necesario paso adelante este pasado fin de semana. Por increíble que resulte a estas alturas, hasta ahora no existía un campeonato europeo de fútbol sala femenino auspiciado por la UEFA. Un atraso deportivo y de género que, después de años y años de pedirlo y trabajarlo, tocó a su fin en Gondomar.

Rusia, España, Ucrania y Portugal aterrizaban en la ciudad portuense como las primeras cuatro selecciones participantes en una primera fase final de un europeo femenino de fútbol sala. Con solo cuatro selecciones y cuatro partidos disputados, suena a poco, pero todo comienzo es positivo para mirar al futuro, y más en casos como este.

Como era de esperar, España y la anfitriona Portugal se dieron cita en la gran final. Dominadoras absolutas en sus grupos del pre-europeo y sellando su pase en semifinales con autoridad, solo una sorpresa de enormes proporciones podía apartar a españolas y lusas de disputarse entre ellas el primer e histórico europeo femenino de fútbol sala.

Otra foto que pasará a la historia del deporte femenino español, y van muchas últimamente. (foto: EFE)

En la final nunca hubo historia. Las de Claudia Pons fueron una tormenta incesante para las locales, y en menos de diez minutos su superioridad sobre la pista del Multiusos de Gondomar se respondía en el marcador con un contundente y favorable 3-0. Vane Sotelo pondría la guinda al pastel a cinco minutos del final, anotando el 4-0 con las portuguesas volcadas al ataque.

Un primer título histórico que sienta las bases y va a permitir una mayor visibilización a las que están, y abrir un poco más las puertas a las que vienen, al futuro de este deporte, en el caso español destacando las chicas de la selección Sub-18 que compitieron y lograron el bronce en el mes de octubre en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires.

"La fe mueve montañas", dice el refrán popular. El Barça Lassa y todo el mundo del fútbol sala femenino, en especial la selección española, han comprobado este fin de semana que el dicho no va desencaminado.


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