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En el Pireo, Gogic alzancó las mayores cotas de su carrera. (foto: pcsd.forumfree.it) |
Hablar de los noventa es hablar de fractura. De conflicto, barbarie y tiranía, pero también de fútbol. Un ejemplo más de cómo este deporte puede ser un retratista de pueblos, así como la piel muerta de ellos. Si hay un asunto indudable de este juego es que allá donde hubo marineros golpeando un cuero por la arena también han habido gentes e ideologías dentro y en torno a él. Por ello, referirnos a la Yugoslavia de entonces es mentar a la historia desde los dos lados de una grada.
Entre 1989 y 1992 el antiguo gigante balcánico experimentó el mayor éxodo de talento futbolístico jamás habido hasta la fecha. Figuras de todos los tamaños plagaron el resto de Europa del estilo meridional, como consecuencia de lo sucedido en este breve periodo. En tan sólo tres años se sucedieron varios de los dinamitadores de esta nación en lo deportivo, como la victoria del Estrella Roja en la antigua Copa de Europa o el Mundial 90'. Mas el principal incentivo en esta diáspora, que trascendió con mayúsculas en la vida de los yugoslavos, fue la Guerra de los Balcanes. Sobra decir sobre esto que terror y violencia carcomieron al país, incluso en los años previos a la propia guerra.
Gran muestra de ello fue el enfrentamiento -no sólo deportivo, sino literal- entre
Estrella Roja y Dinamo de Zagreb en el 1990. Tal fue su impacto que este encuentro llega a ser descrito como el auténtico inicio de la guerra. De lo que sucedió en ese césped queda como principal anécdota la patada que Zvonimir Boban -que al año siguiente se iría a Italia- le asestó a uno de los miembros de seguridad presentes en el campo. Imagen que habla de fractura más allá de las letras.
Fractura que tanto Estrella como Dínamo, como consecuencia de la guerra y las tensiones incesantes del momento, supondría la pérdida de sus principales referencias. No obstante, la historia que os contaré en las próximas líneas nos lleva a hablar del Rad de Belgrado. Más concretamente, de su antiguo delantero, Sinisa Gogic.
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El apellido Gogic es un mito en Chipre. (foto: Twitter @apoelgroup) |
Gogic, al igual que tantos otros, fue un escapista de las cadenas de este conflicto. Tras casi 6 años como profesional en equipos de la actual Serbia, puso destino al APOEL de Chipre, donde se convertiría no sólo en leyenda del club chipriota, sino en uno de los jugadores más importantes en la historia de la competición liguera. En los campos del Mediterráneo el serbio encontró el gol como nunca lo había hecho. Muestra de ello es que en su primera campaña -la 89-90- consiguió consagrarse como máximo goleador de la liga con 19 tantos, alzando además al APOEL hacia el título.
Tras varias temporadas y un par de títulos más, Sinisa tendría sus vicisitudes con la entidad de la capital y pondría rumbo a otro de los clásicos del país: el Anorthosis de Famagusta. En este volvería perforar redes y a ser tan prolífico como fue con los anteriores. Anorthosis, por su parte, ganaría con él su séptima liga tras 30 años de sequía, e incluso llegaría a hacerse con la octava en la 96-97 bajo la influencia ofensiva del serbio.
Sin embargo, una de los momentos más llamativos de su historia como futbolista sucedió en el verano siguiente a ese triunfo. A sus 33 años, Gogic firmó el contrato más importante de su carrera con el Olympiacos del Pireo, llamando la atención de propios y extraños al darse tan disparatado fichaje. Supongo que estaremos de acuerdo en que no es muy usual el ver a jugadores de tanta edad yendo de una liga como la chipriota a un equipo de la talla de aquel Olympiacos, pero así sucedió, y con seguridad para bien.
En sus cuatro campañas como rojiblanco logró otro doblete de liga y copa, sumado a una clasificación histórica a los cuartos de final de la UEFA Champions League. Además, Gogic fue partícipe de goles de relevancia con los atenienses en dicha competición. A su longeva edad logró ser de relevancia en la plantilla y contribuir al éxito del equipo. Al llegar un nuevo milenio y los 37 de edad, jugaría en APOEL y Olympiacos de Nicosia. Con 180 goles a sus espaldas colgó las botas en 2002, dando comienzo al preámbulo de su aventura como entrenador.
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Gracias, Gogic (?). (foto: MARCA) |
No se puede decir que sea una figura precisamente recordada para el aficionado medio, pero sí hay un momento donde Gogic convergió con esa fama, especialmente en España. Una calurosa noche de 1998 en Larnaca, la selección española sería doblegada con un 3-2 contra Chipre en un encuentro de la clasificación previa a la Eurocopa. En este contexto, Gogic -que comenzaría a jugar como internacional chipriota a partir de 1994- fue el autor del segundo gol, que dejó a Chipre con un 2-0 en el minuto 50. Una derrota que en España se tildó de 'desastre' y que conllevó el despido de Javier Clemente como seleccionador.
Sobre este partido, periódicos incluso llegaron a afirmar que la selección chipriota era 'un equipo de aficionados', acentuando más lo patético de la derrota. Por el contrario, un serbochipriota como Gogic demostró años después estar a la altura de la más grande de las competiciones de Europa a nivel de clubes. Lejano al prestigio de nombres como Prosinecki, Suker o Savicevic, Sinisa fue en Chipre un ejemplo a escala de lo que supuso ese éxodo masivo. El autotestimonio de un anónimo cuya identidad brilla entre los recuerdos de aquellos que lo vieron golear. Otro héroe en la sombra, serbochipriota sin perfidia.
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