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(foto: EP) |
El Barça Lassa derrotó este domingo al Real Madrid (76-82), y con esta son ya cuatro victorias culés por una de los merengues en los cinco duelos que han mantenido en esta temporada, entre ellos la polémica final de Copa. Ante estos resultados, la sensación de que el club blaugrana puede volver a luchar por lo importante ha regresado al Palau Blaugrana. Sin embargo, los de Pesic aún tienen mucho que remar.
Es innegable que el panorama baloncestístico en el equipo de la Ciudad Condal ha cambiado radicalmente. El paso adelante (o pasos adelante incluso) que ha dado el Barça Lassa desde la segunda venida de Svetislav Pesic al banquillo culé es un hecho que le sitúa donde está hoy, una posición que no conocía desde la era media de Xavi Pascual.
Cuesta creer que un equipo de la historia y la repercusión del Barça Lassa tenga que estarse acostumbrando de nuevo a verse en las posiciones que ocupa ahora, primero en Liga Endesa y quinto en Euroliga, ya clasificado a los PlayOffs. Dice mucho de la depresión que se ha atravesado en los últimos tiempos de Pascual y los desesperantes años de Bartzokas y Sito Alonso.
Pesic ha (re)construido un equipo que se cimienta desde la intensidad, la que él muestra en todos y cada uno de los encuentros (y que a veces se le va de las manos) desde la zona técnica, invadiendo siempre que puede un campo en el que sus pupilos se dejan la piel en cada pelota. Y si no lo hacen, ya está el bueno de Sveti a sus 69 años para echarles una bronca, donde sea y cuando sea, que pondría al más fuerte bailando. Aunque no solo de los altos ritmos se vive. También se necesita magia, de la que se encargan "los bajitos", los que ocupan las posiciones que habían sido un quebradero de cabeza en los despachos en las últimas temporadas.
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Un tío de 69 años que estaba de vacaciones en la nieve trayendo de nuevo la ilusión a Barcelona. (foto: ACB) |
De esta forma, el Barça Lassa ha conseguido recobrar viejas sensaciones que habían cogido ya telas de araña, como las de ser capaz de mirar de tú a tú, a la carita, y dominar al eterno rival, el Real Madrid. Cuatro victorias en una temporada (a falta de algunos enfrentamientos que, a menos que suceda una sorpresa, aún restan por disputarse) ante el conjunto blanco, incluyendo la que significó el título de Copa, son algo que no se veía en mucho tiempo. Y además del fondo, la forma, porque ver a los de Laso dominados por los blaugrana en la mayor parte del transcurrir de los partidos era algo desconocido. Factor este que, a simple vista, puede parecer mínimo y sin importancia, pero para nada lo es. Lo que, una vez más, vuelve a hablar muy mal de lo que estaba siendo el basket en el Fútbol Club Barcelona.
Comparando este panorama con el que llega el Barça Lassa a finales de marzo, encarando la recta final de curso, con el de otros años, es inevitable que a muchos de los aficionados blaugranas les resurja esa ilusión que pensaban haber perdido. Pero si algo nos ha demostrado también esta temporada el equipo barcelonista es que la irregularidad es un peligroso enemigo que sigue pasándose de vez en cuando por el Palau y que se llevan en la mochila a algún que otro desplazamiento.
Europa, la Euroliga más concretamente, es la prueba del algodón de que a los de Pesic le sigue faltando ese pasito o ese punto de competitividad para luchar de verdad frente a frente con los mayores. A la cabeza se me vienen los infructuosos finales de partido ante CSKA en el Palau o contra el Fenerbahçe en Turquía (ejemplos de que Pesic también falla), las duras caídas ante rivales directos como el Maccabi, el Anadolu Efes y el más reciente, el Bayern Múnich (además con buzzer beater -lo siento, papá- de un ex como Koponen) o las inexplicables derrotas en Podgorica a manos del Buducnost y en Gran Canaria ante el Herbalife (dos partidos perdidos ante rivales muy inferiores al principio de curso que hoy se echan de menos).
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Koponen, uno de los señalados del curso pasado, dejó sin opción de factor cancha al Barça en el último segundo. (foto: Twitter//@somosbasketweb) |
El físico o la concentración no siempre aguantan lo que le gustaría a los jugadores y a los técnicos, y más en un formato tan agotador como es el que ha acogido la Euroliga desde hace dos años, pero no debe ser excusa para un equipo con una amplia plantilla (a Rolands Smits estamos empezando a conocerlo, de Pustovyi apenas tenemos noticias y Font no debuta en ACB ni ganando de treinta) y objetivos tan grandes como el de luchar hasta el final en todas las competiciones que disputa.
En estas líneas me he puesto el traje de bombero para apagar las llamas de emoción que puedan generar estas victorias tan adrenalínicas (si es que existe esta palabra) como son las de un Clásico. Porque lo cierto es que, si el Barça Lassa acaba acusando esa falta de consistencia en las grandes citas dentro de mes y medio, o mismo en los dos partidos que le quedan de fase regular en Euroliga, nadie se acordará de todo lo hecho hasta ahora porque, al igual que un cristal roto en el suelo, no valdrá de nada.
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