BARNEY NO TIENE RAZÓN

(foto: UEFA)

"Lo nuevo siempre es mejor". No lo digo yo. Es una de las lecciones de vida que intentaba inculcar a sus cuatro amigos el impredecible y divertido Barney Stinson, el personaje que interpreta Neil Patrick Harris en la serie "Como conocí a vuestra madre". Un genio, digáis lo que digáis. Pero, aunque este alocado rubio me haya hecho reír tanto, en las siguientes líneas voy a poner en duda esa premisa en concreto.

Desde hace ya varios años los aficionados al fútbol y al deporte en general venimos escuchando el eco de unas "amenazas" sobre la creación de una "supercompetición" en el deporte rey, que se nos vende como un teórico paso adelante en la evolución futbolística. Un torneo que reúna a los mejores clubes del viejo continente en un formato similar al de una liga nacional o a la Euroliga en el baloncesto. A simple vista, todo muy bonito, y parece que muy próximo. Después de tanto tiempo navegando entre la incredulidad y la duda de si este proyecto vería la luz de verdad, todo indica que estamos más cerca que nunca de ver la famosa "Superliga".

Este martes se dio el primer gran paso para que esta idea pase a ser toda una realidad. UEFA y ECA (Asociación de Clubes Europeos) son los organismos instigadores de esta nueva competición que, a partir de 2024, pasaría a sustituir a la Champions League (supongo que también a la Europa League) y cambiaría de un plumazo todo el panorama futbolístico. Por lo que han conocido múltiples medios (el primero "The Wall Street Journal"), ya se han empezado a fijar algunos de los fundamentos: ciertos clubes serían fijos, liga semicerrada con ascensos y descensos, los partidos se disputarían en fin de semana pasando los de liga nacional a entre semana...

Si decía antes que llevamos muchos años escuchando rumores sobre esta competición, más aún llevamos asumiendo que el fútbol está atravesando una metamorfosis para convertirse solo en un negocio. Lo lleva siendo desde que los futbolistas perciben un salario por jugar y los clubes por cobrar una entrada, pero siempre (en mayor o menor medida) lo había sido con el sentimiento de una afición por un equipo, unos colores, por delante. Por desgracia, cada día esto se disipa un poco más.

(foto: UEFA)

Solo unos cuantos ganan con este proyecto pero, como suele suceder en estos casos, aunque sean pocos, son los más poderosos. A los perpetradores de esta idea los hemos nombrado antes: el primero es la UEFA. Su presidente es Aleksander Ceferin, un hombre esloveno que cuando fue elegido como tal en 2016, prometía "un tiempo nuevo" y reducir el poder de los grandes clubes. Donde dije digo, digo Diego. Hoy es uno de los protagonistas en las negociaciones con "los otros", la ECA. Los principales interesados en este cambio, los iniciadores del movimiento. Su presidente es el italiano Andrea Agnelli, hombre acostumbrado al éxito y a la responsabilidad (le viene de familia) también máximo mandatario de un club enorme como la Juventus de Turín.

Dos instituciones que cada vez que pueden estrechan lazos. Recientemente han firmado un nuevo acuerdo que reforzaba sus relaciones y en el que dejaban clara "la fuerte voluntad de la UEFA y la ECA de continuar trabajando juntos con la confianza mutua y con claros objetivos para asegurar el bienestar y la estabilidad del fútbol europeo". Como siempre.

UEFA y ECA están en una situación en la que tienen todas las de ganar, la sartén totalmente agarrada por el mango para hacer este giro de 180º al fútbol europeo. Son conscientes de lo que hacen y de sus consecuencias. Saben que sus partidos son los que más ingresos generan por distintas razones, y la ecuación que sale es muy fácil: a más encuentros que se disputan (una de las novedades más importantes que incluiría la "Superliga"), más dinero para el máximo organismo europeo y para los clubes involucrados. Y saben que espectadores que consuman el nuevo producto no van a faltar porque, en primer lugar, mucha gente vive de esto del fútbol (periodistas y tal), y aunque el colectivo más pasional, los aficionados, empiecen tomando esta idea de mala manera, acabarán seducidos por ella porque, al fin y al cabo, enfrenta a los "mejores". Todos ganan. O por lo menos "ellos".

Porque no todos los equipos de la ECA están incluidos directamente en el embrión del proyecto. En principio y según las primeras informaciones de "The Wall Street Journal", esa "Superliga" estaría formada por 32 conjuntos de los 232 que componen la asociación. Se habla de unos 16 clubes fundadores (entre ellos Real Madrid, Barça y Atleti) con los más potentes e influyentes del panorama continental. Los otros 16 que formarían la competición y el tipo y la forma de participación del resto son algunas de las muchas incógnitas que tenemos.

(infografía: David Vicente//El Español)

Aunque para certeza, y muy clara, tenemos el futuro de las ligas nacionales. Abocadas al ostracismo con estas medidas, podemos predecir casi con total seguridad que el porvenir de estas competiciones se llenará de unos oscuros nubarrones. La pérdida de relevancia de los torneos más representativos de cada país sería evidente con el desplazamiento a la mitad de la semana y con una previsible reducción de clubes por liga (de 20 a 16 se habla en España), que equivale, entre otras cosas, a una drástica caída de espectadores y de relevancia, porque si ya un Girona-Huesca (digo estos equipos como podría decir otros) puede no atraer a un gran número de público un sábado a las 18:30, lo hará menos un miércoles al salir del trabajo. Y visto desde la perspectiva de "los mejores clubes", la importancia con la que se tomarían estos torneos se reduciría en grandes dimensiones ante la presencia de uno gigante que recogería más preocupaciones y en el que ya contarían con presencia asegurada.

Cuesta creer que conjuntos de culturas tan fuertes como la inglesa estén dispuestos a obviar su tradición y su cultura, algo que tanto se valora allí, por esta nueva competición (las primeras informaciones dicen que Chelsea, ManCity, ManUtd, Liverpool y Arsenal se unirían). Es difícil pensar que asociaciones como LaLiga (Javier Tebas, más concretamente) se rindan ante el atropello que se cometería contra sus competiciones y dejen caer sus intereses a merced de los clubes y la UEFA. Pero la batalla parece perdida.

Con todo esto, estaríamos diciendo adiós a LaLiga, la Premier League, la Bundesliga, la Serie A... tal y como las conocemos. Olvidando que en estas competiciones, tan respetadas y cuidadas por su gente, también crecen las estrellas, también se han generado momentos para el recuerdo. Dejando a un lado al resto de los equipos, que como "los mejores", también tienen derecho a competir en las máximas y en las mismas condiciones y que, al igual que las federaciones encargadas de las ligas nacionales, se oponen a este campeonato.

Siempre he creído que si algo funciona bien, para qué cambiarlo; y si se quiere variar, que sea con ciertos cambios que enriquezcan lo que ya está bien. De la misma forma, también siempre he sido reacio a adherirme a ese lema de "odio al fútbol moderno". Por desgracia, con proyectos como estos no dan muchas otras opciones. No sé si esta "Superliga" saldrá de esta o si se retrasará más, lo que sí tengo claro es que acabará sucediendo, tristemente. Y si esto (o algo así, porque aún quedan muchísimos detalles por conocer) es lo que nos espera... Adiós al fútbol. Un abrazo al tiempo nuevo de Aleksander Ceferin... y de Barney.


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