DEMASIADA HAMBRE Y POCO ALIMENTO

(foto: FC Barcelona)

Lyon fue el último episodio de una serie que no gusta nada en Can Barça. Con el de Francia, son ya tres partidos consecutivos habiendo anotado un solo gol -y de penalti- en el equipo blaugrana, a pesar de las muchas ocasiones que dispuso ante Valladolid y, sobre todo OL, lo que provoca que la preocupación haya empezado a cundir en torno al conjunto que dirige Ernesto Valverde.

Aunque no todo son malas noticias en el seno culé. Si algo está saliendo a flote en la peor racha atacante de la temporada es precisamente su antagónico, la defensa. Piqué atraviesa su mejor momento en mucho tiempo, y está siendo un líder al lado del siempre fiable Lenglet, que ante la baja de Umtiti ha respondido con solidez y gran rendimiento. De Ter Stegen ya ni hablamos, el alemán sigue confirmándose como un guardameta a marcar época bajo los palos del Camp Nou.

Pero el día que Lenglet no anticipe bien, Piqué no salga adecuadamente al corte o Ter Stegen no pueda parar todo lo que llega a su arco, se necesitará más que nunca que los hombres del ataque sí hagan lo que no están siendo capaces de hacer en los últimos días, definir de manera adecuada y acertada las ocasiones de las que disfrutan.

25 tiros ante el Lyon en Champions, 20 en la visita del Valladolid en Liga, 10 en un mal día en el Nuevo San Mamés... Y un solo gol de penalti, que hubieran sido dos de no ser por un magnífico Masip. Una escasa eficiencia de cara a portería que no se corresponde con un equipo como el Fútbol Club Barcelona, por lo que ya comienza a haber señalados.

El primero es, sin duda, el nueve. Cuando los goles no aparecen, el primero que tiene que "dar explicaciones" es el delantero centro. Y más cuando es de tanto nivel como Luis Suárez. La figura del uruguayo en el Barça es incuestionable. Esté bien, regular o mal, siempre va a ser titular, porque así son las jerarquías... y poco delantero centro hay en el vestuario. Con las salidas en verano de Alcácer y en invierno de Munir, y a pesar de la llegada de Kevin-Prince Boateng, nadie le tose el puesto al 9.

Gesto de desesperación de Suárez ante una ocasión fallada. Una de tantas. (foto: Getty Images)

Su momento actual comienza a parecerse, desafortunadamente para su equipo y para él, a lo que vienen siendo habitualmente sus inicios de curso: tosco, desacertado y hasta falto de ritmo. Garra y ganas nunca le faltan -aunque a veces lo confundan-, aunque siempre es mejor ver a ese delantero que comienza a asomar la cabeza por los meses de noviembre-diciembre y que es el verdadero Luis Suárez. 

Ese que está quedando ensombrecido por esa fatídica racha negativa de tres años y medio sin marcar lejos de casa en Champions. Nada más y nada menos que 16 partidos desde aquel día en Roma, en el que Florenzi batió a Ter Stegen desde el medio del campo. Momentos que han quedado muy atrás. Esta racha europea y el desacierto acabarán quedando atrás, tienen que hacerlo, pero a sus 32 años recién cumplidos -y con una lesión de rodilla siempre planeando- no es ocasión para depender totalmente de él para el gol. Desde la secretaría técnica del Barça tienen que comenzar a rastrear ese mercado por el que tanto se han movido últimamente en busca de un heredero.

A la situación del charrúa se le une la de Leo Messi y la de Dembélé. El argentino cayó lesionado ante el Valencia, y pasado apenas medio mes no ha vuelto a los terrenos de juego en plena forma, dando pie a pensar que todavía no se ha recuperado del todo, y en un equipo donde él es la primera piedra -y quizá la segunda, la tercera, la cuarta... y a veces la única-, puede ser un drama. Un Messi que no está cómodo es un Barça incómodo. En el caso del francés, el gol no ha sido, por el momento, su gran virtud. Esa es la de ser el agitador en banda, el impredecible ambidiestro que desplaza como un rayo el balón al área para que se aproveche el resto, porque su definición todavía no ha llegado al nivel al que están sus cualidades técnicas.

Coutinho no consigue arrancar en su etapa culé. (foto. Pere Puntí)

El resto de atacantes atraviesan momentos controvertidos. A Coutinho, aunque a nivel táctico suele aportar cosas positivas -como permitir una incorporación por banda más limpia de Jordi Alba-, se le cierra cada vez con más asiduidad la portería, y con el menor número de oportunidades que está teniendo ahora, eso pesa. Y Malcom, a pesar de su decisivo gol ante el Inter en el Meazza o de su partidazo ante el Real Madrid en cuartos, tiene aún menos oportunidades que el ex del Liverpool. Cosas de entrenador.

Por último pero no menos importante, también está afectando a los azulgrana la baja de un activo nuevo esta temporada, pero que se ha hecho indispensable, como es Arthur Melo. A través del brasileño, que se ha adueñado de la manija del medio del campo, los culés encuentran orden, y estas cuatro semanas en las que estará recuperándose de una inoportuna lesión abren un problema en el horizonte blaugrana que Valverde tendrá que resolver, bien usando a Arturo Vidal como en San Mamés, a Sergi Roberto en Lyon o a un Aleñá que cada vez vemos más. Eso sí, ni ellos, ni Rakitic o mucho menos Busquets están capacitados para aportar ese gol que falta adelante.

Se aproximan partidos que van a definir lo que le queda de temporada al Barça, choques en los que encontrar el gol perdido no será una simple anécdota en el recuerdo, como se espera que quede lo ocurrido en Lyon después del partido, sino que será un deber, porque en el Camp Nou tienen hambre, hambre de ganar, de títulos, y para saciarla necesitan del alimento del gol.


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