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(foto. Arizona Daily Star) |
Los lakotas -tribu
nativa de las inmediaciones del río Misuri- entre sus muchos ritos siempre
preservaron uno consistente en un juego de pelota. Un juego, que más allá de lo
insulso que pudiese aparentar, suponía todo un rito para sus miembros. Un
ejercicio místico que simbolizaba el transcurso de la vida. La pelota cumplía
con la función del Universo, y el hecho de agarrarla representaba el sostenerse
al ciclo vital. Si lo miramos en retrospectiva tal vez esto no haya cambiado.
Basta con ver un Arrowhead a rebosar de espectadores para saber que en Kansas
City siempre han entendido el fútbol -que no el soccer-
como algo supraterrenal.
No obstante no todo
se traduce a tradición lakota. Si el Arrowhead vibró ayer es porque los Chiefs
hacía 20 años que no disputaban una Final de Conferencia. Después de ser el
mejor equipo de la AFC en temporada regular y de eliminar a los Colts con contundencia, la expectación de todo ese graderío estaba justificada. Un año histórico a
nivel de récords en el que el quarterback Patrick Mahomes ha puesto su nombre
en mayúsculas en las papeletas para el MVP. Teniendo en cuenta todo esto, otro Little Big Horn contra la caballería del
ejército se veía más que posible.
No obstante, en
frente tendrían al rival más especializado en este tipo de situaciones. Los New
England Patriots de Bill Belichick y Tom Brady se enfrentaban a un equipo
novato en terreno de PlayOffs. Un bloque el de los Patriots que lleva jugando y
ganando partidos de postemporada con una frecuencia pasmosa. Un equipo
muchísimo más curtido y que ha sido campeón en más de una ocasión. Y pese a
todo, estos Patriots partían como los menos favoritos. Pese a que ya en
Foxborough lograron tumbar a los Chiefs en la temporada. Pese a que los Chiefs
defensivamente fueron uno de los peores equipos de la NFL. El escenario era
sencillamente trepidante.
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Uno de los lances del partido, en el que Hitchens a punto está de cazar a Mahomes. (foto: AP) |
El partido hablaría
en nombre de las carencias y potenciales de ambos bandos. En primer lugar la
defensa terrestre de los Chiefs dejaría al descubierto su debilidad, dejando
que el corredor Sonny Michel hiciese destrozos durante toda la primera mitad
del partido. Los touchdowns y las anotaciones de los Patriots no tardaron mucho
en venir, en contraposición a la ofensiva de los locales. Mahomes y compañía no
lograrían anotar en los dos primeros cuartos ni un solo punto. Todo un
estratega como Belichick consiguió anular al mejor ataque de la NFL centrándose
en el doble marcaje a su receptor estrella, Tyreek Hill. Además, otro elemento
clave durante este periodo fue la eficacia de la primera línea defensiva de los
Patriots, que logró incomodar e incluso tumbar a Mahomes con frecuencia.
Los Chiefs no
lograron hacer un drive entero de pases rápidos o de jugadas clave hasta la
segunda mitad. Entonces fue cuando Mahomes comenzó a buscar otras opciones como
Sammy Watkins o Travis Kelce. Si a esto le sumamos que la línea ofensiva supo
contener mejor a los placadores de los Patriots es comprensible la mejoría del
ataque de los de Andy Reid. En defensa también hubo mejoría, incentivada en
cierto modo por la fatiga de los corredores y por los riesgos tomados por Brady
en el pase. Cabe destacar que pese al gran partido del quarterback franquicia
de los Patriots, la defensa logró interceptar hasta dos de sus pases en
momentos clave del partido.
Los locales
llegarían a aumentar todavía más el listón en ataque durante el último cuarto.
Mahomes logró exhibir al fin su potencial pleno en los PlayOffs con 3 pases de
touchdown. Su mejor arma fue Darren Williams en este cuarto, quien logró
gracias al talento del quarterback y la estrategia de Andy Reid lograr casi
todos los puntos de su equipo en este cuarto. No obstante, Brady subió el
listón también y los Patriots supieron mantener el pulso igualado hasta los
minutos finales, en los que se pusieron por delante a falta de 30 segundos. Los
de Kansas, empujados por su gente, lograron llegar a la zona de field goal y empatar el partido. La prórroga
sería la encargada de dictaminar quien se lleva el pase a la Super Bowl.
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Los Patriots, como de costumbre, acabaron llevándose el gato al agua. (foto: MARCA) |
Finalmente, un solo
drive decidiría el partido. Los Pats, habiendo ganado la moneda, decidieron
atacar y aprovecharse del peor potencial defensivo de los Chiefs. De esta
forma, Brady, ayudado por Edelman y Gronkowski logró llevar en 4 minutos a su
equipo hasta la zona de anotación. Una carrera finalmente pondría culmen al
partido con otro ensayo de los visitantes. 37-31 en el marcador y una marea de
miles de personas de rojo enmudecida por la derrota. Los Patriots se hacían de
este modo con una nueva oportunidad de conseguir el título, tras su derrota contra los Eagles de Foles en la temporada anterior, mientras que los Chiefs se
despedían de un año espectacular a nivel ofensivo.
Tal vez un Little Big Horn no se pudo repetir, pero el
espíritu lakota de este bloque dejó constancia de la capacidad que tuvieron de
luchar contra la adversidad. Aunque el baño de realidad deja al descubierto la
necesidad de reformar su ineficiente sistema defensivo, sigue habiendo épica en
la derrota. Perdiendo 14-0 al descanso lograron darle la vuelta a la tortilla y
ponerse hasta 24-28. El graderío fue ensordecedor de principio a fin y un
bloque de jugadores sin experiencia en una Final de Conferencia logró plantarle
cara al más laureado de esta década. Al final, con tomahawks o con arcabuces todos somos humanos, y muchas veces
vale más la superioridad numérica y estratégica que las armas que albergues.
Será por eso que en
Kansas City se soñó con una Super Bowl. Porque en el corazón de sus jugadores
late la sangre oculta de un lakota al ritmo del tambor de guerra de todo un movimiento. Una sangre, que pese a ser de la esquina
más metropolitana de los Estados Unidos, sigue bombeándose con el propósito del
juego. De entender el balón como Universo, como Poder
Supremo, y de usarlo como partícipe del ritual. Para unos Tapa Wanka Yap, para otros sólo fútbol...
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