AUSTRALIA NO CAMBIA NADA

(foto: Julian Finney//Getty Images)

El Abierto de Australia que se ha cerrado -juro que no buscaba hacer chiste- el pasado fin de semana ha supuesto, como cada temporada, la primera gran cita del calendario anual tenístico. Un nuevo curso que, como todos, se abre con la expectación de adivinar qué nos va a deparar, quiénes nos van a sorprender o a decepcionar, qué torneos vamos a recordar allá por noviembre, y demás elucubraciones. Como no podía ser de otra forma, el torneo de la tierra de los canguros nos ha dejado las primeras conclusiones.

Mucho ha cambiado pero todo sigue igual en el circuito masculino. Aunque suene contradictorio, así es. Por qué pocos se podían imaginar que saldríamos de este torneo preguntándonos si es el fin de Roger Federer. El ganador de las Next Gen ATP Finals 2018, Stefanos Tsitsipas, hizo morder el polvo al suizo a primeras de cambio, en los octavos de final, dando la primera machada de la competición.

Junto a Federer, también nos dejó perplejos la caída de Andy Murray. El británico, ante el que puede haber sido su último Abierto de Australia, tenía la oportunidad de brindarse un último gran torneo en el país oceánico antes de la retirada que parece que tomará tras Wimbledon, pero se vio superado en primera ronda por un embalado Bautista Agut, que venía de ganar el torneo de Doha.

Tsitsipas no fue el único "Next Gen" en dejar una nota sorprendente. Junto al griego de 20 años destacó el estadounidense Frances Tafoe, que acaba de cumplir 21, y alcanzó los cuartos de final superando en su travesía a Kevin Anderson o Grigor Dimitrov. Además, Lucas Pouille, de 24 años, consiguió su mejor resultado en un Grand Slam, alcanzando las semifinales. Quizá la incorporación de su nueva entrenadora ha sido una de las razones de mayor peso que le ha llevado a este hito en su carrera, que seguro espera superar.

Tiafoe, gran fan de LeBron James, dio en Australia el primer gran paso de su carrera. (foto: Getty Images)

Pero este "hype" que envuelve siempre a la nueva camada del tenis se quedó en nada en Australia. A los aficionados a la pelota verde les toca seguir aguardando ese asentamiento en la élite de las jóvenes promesas. Porque cuando Tiafoe y Tsitsipas se cruzaron con un Nadal no demasiado rodado en cuartos y semis, respectivamente, y Pouille con Djokovic en el penúltimo partido, apenas fueron un juguete en las manos de la experiencia y el talento del español y el serbio. De los de siempre.

Ellos al menos fueron capaces de alcanzar rondas de prestigio, cosa que no fue el caso de Jaume Munar y Andrey Rublev, que cayeron en primera ronda, Dominic Thiem que se despidió en la segunda ronda, Khachanov que bajó los brazos en tercera ronda, o Alexander Zverev que decepcionó yéndose en octavos de final no pudiendo ganar un solo set ante Raonic. Además de Medvedev, De Miñaur y Shapovalov, que también se fueron por el camino, pero a manos de los dos finalistas.

De esta forma, en la final se dieron cita dos más que conocidos, Novak Djokovic y Rafa Nadal. 31 y 32 años. 15 y 17 Grand Slams. Más finales entre ellos que días tiene el año. La "Next Gen" tendrá que esperar a que estos dos se cansen de ganar, o aprovechar algún despiste o recaída física, que a día de hoy parece lo único que aparte a ambos del triunfo. En el partido no hubo historia, Novak Djokovic volvió en la segunda mitad de 2018 para quedarse y barrió a un Nadal superado por un mejor rival, como admitió en rueda de prensa, para levantar su séptimo título en Australia.

Djokovic vuelve a ser el rey. (foto: Getty Images)

Si el horizonte parece inamovible en el circuito ATP, el WTA parece estar rodeado de arenas movedizas que no mantienen nada en su sitio. Si algo ha caracterizado al circuito femenino tenístico, sobre todo desde que Serena Williams tuvo que salir de la competición por embarazo, y se ha mantenido en Australia, es su inestabilidad y variabilidad de campeonas. Pero hay una mujer que parece que está sacando la cabeza por encima de todas.

No se trata de Simona Halep, Angelique Kerber o Caroline Wozniacki, posicionadas, respectivamente en los números 1, 2 y 3 del Ránking WTA antes del torneo, y ni siquiera de la antes mencionada Serena Williams o la esperanza española Garbiñe Muguruza. Ninguna de ellas alcanzó las semifinales, y de hecho solo Serena llegó a cuartos.

Tiene 21 años y es japonesa, aunque su apariencia física a simple vista no lleve a pensar eso -su padre es haitiano-, y este pasado fin de semana consiguió su segundo Grand Slam y se aupó al nº1 del Ránking WTA por primera vez en su carrera, y eso que había llegado a Australia como la cuarta del mundo... y hace un año era la 72.

Una subida, como poco, impactante. (foto: Getty Images)

Con la polémica del US Open 2018 olvidada, se empieza a hablar de Naomi Osaka por lo que realmente se debe, su calidad en una pista de tenis. El fulgurante crecimiento de la nipona, primera en ganar un Grand Slam, comienza a reunir las opiniones de todo el mundo en una misma dirección, y esa es la de que tiene muchas papeletas para ser la próxima dominadora del circuito femenino, y la líder de una nueva generación que sí parece, a priori, capaz de disputar los grandes momentos.

Este ha sido solo el comienzo del 2019, pero Australia ha sido un añadido más en el argumento de que, al contrario que en la película de Javier Bardem, el tenis masculino sigue siendo "país" para "viejos", no como en el femenino, donde algunas "rebeldes sin causa" como James Dean siguen haciéndose su hueco con contundencia.


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