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En esos kilos de más guarda su clase. (foto: Getty Images) |
Las 20:30 del domingo 9 de diciembre marcaban el momento de dejar atrás la vergüenza. Nada podía echar atrás ya lo sucedido semanas atrás, nada podía evitar que el gran partido se disputara al otro lado del charco, en un marco tan incomparable como no concebido para tal cita como el Santiago Bernabéu de Madrid. Por suerte, aún había tiempo para dar un espectáculo de verdad.
Un espectáculo, eso sí, a la argentina. Los espectadores españoles de hoy no estamos acostumbrados a lo que River y Boca ofrecen, sobre todo en los primeros minutos del partido. Circulaciones de balón lentas, envíos muy desacertados, juego excesivamente duro, eternidades entre la realización de una falta y la ejecución... Un partido que resultaba muy pesado para el ojo del espectador europeo, pero que los argentinos ven, y más en este caso, como la clara imagen de la tensión y el nervio que caracterizan su fútbol.
Tan característicos como la animosidad de sus aficiones. Al igual que en todas y cada una de las citas que afrontan sus escuadras semana tras semana, los hinchas de gallinas y bosteros no se cansaron de alentar a los suyos hasta la saciedad, en un lugar que tiene fama de ser, tradicionalmente, frío, e incluso distante, con sus futbolistas.
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Segundo gol en la final de Benedetto. (foto: Mundo Deportivo) |
Los gritos de ánimo incansables desde la grada eran lo único que estaba salvando una primera mitad de escaso talento y poquísimos acercamientos a las áreas. Boca tuvo las dos ocasiones más claras, en las botas de Nández y del rival Maidana. Campeón de la Libertadores con Boca en 2007, cerca estuvo de rememorar tiempos pasados. Y serían precisamente los Xeneizes quienes romperían la igualdad y darían un brinco al encuentro. "Si podemos atacar con pocos toques, para que hacerlo con más", decía Guillermo Barrios Schelotto en la previa del partido. En el 43', una contra letal dejó a Benedetto delante de Armani, y el "Pipa", ayer solo en la lanza del ataque, no desaprovechó su oportunidad. Un futbolista que se pasó todo un año lejos de los terrenos, volvió en agosto y ahora, en lo más alto del mundo...
prefirió acordarse de su rival. Es lo que tienen los SuperClásicos.
Boca se adelantaba por tercera vez en la final. Las dos anteriores River le había empatado en La Bombonera. "El muñeco" Gallardo, condenado a estar en la grada por una sanción de las semifinales, junto a Matías Biscay, el que ocupaba su sitio en el banquillo, sabía lo que había que hacer para que esa tercera se produjera. A la hora de partido, ingresó en el terreno de juego Juan Fernando Quintero. Su Mundial y su talento son propios del fútbol europeo. No su irregularidad. Por eso el colombiano no triunfó en Europa. Por eso no fue titular en el Millo. Media hora -y un poquito más- sería suficiente.
Como si de un estimulante se tratara la incorporación de Juanfer Quintero, la circulación y el ataque de River mejoraron, y el equipo dio un claro paso adelante. Sin Benedetto, sustituido por Wanchope Ábila, Boca lo dio para atrás. De esta forma, el empate era una cuestión de tiempo. En el 68' Pratto enviaba a la red una maravillosa combinación dentro del área entre Nacho Fernández y Exequiel Palacios -pretendido por el dueño del feudo del envite- para, una vez más, poner la balanza en la misma situación.
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Con Quintero se activó River y se activó Pratto. (foto: trome.pe) |
Nadie en River, y menos en Boca, supo decantar el resultado de su lado en el resto del tiempo reglamentario, y con el físico llegando al límite en ambos cuadros, el reloj se agotó. Una final de treinta días no se podía acabar en los noventa minutos. Estaba escrito que, al menos, este partido llegaría al extra, que no iba a decepcionar.
Nada más comenzar el alargue, los del mellizo recibieron dos enormes mazazos. El cansancio pudo con Nahitan Nández y Wilmar Barrios. Al momento en el que el uruguayo comenzaba a acusar terriblemente el trabajo con el que se demostró como el mejor del equipo en la noche, el colombiano vio su segunda tarjeta amarilla tras llegar tarde a un duelo. Con nueve jugadores y un Nández lesionado continuó Boca, que supo aguantar las embestidas de los gallinas en los primeros quince del extendido.
No fue así en el último cuarto de hora. Con un zapatazo inapelable desde el balcón del área, Juanfer Quintero puso el broche a su actuación y señaló el camino de la franja a la Libertadores. El disparo con su exquisita zurda, que recuerda a los que firmó su compatriota James en ese mismo coliseo, besó el larguero antes de acariciar las mallas y desatar gritos y rabia en ambas aficiones. El de Quintero es un talento de chispas que se destapó para todo el mundo el pasado verano en Rusia. Pero vaya chispas. Unas que valen un continente.
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El golpeo de Quintero. Precioso. (foto: AFP) |
A partir de este gol, el partido entró en un estado de efervescencia y de locura sin cesar. Un cabezazo que casi termina en autogol, el portero de Boca como un delantero desde el 114',
Gago rompiéndose él solo el tendón de Aquiles -otra vez-, un disparo al palo de Jara... La falta de cordura que queríamos ver. Una actividad frenética que no se había visto en los anteriores 110 minutos, y a la que puso punto y final el gol del "Pity" Martínez en el descuento, quizás en su último gran momento como jugador de los de Núñez. Una larguísima carrera sin oposición, con todo el plantel Xeneize -o lo que quedaba de él- al ataque, fulminó a Boca y entregó, finalmente, a River su cuarta Libertadores.
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El cuarto trono de Sudamérica para River Plate. (foto: AFP) |
Hace siete años River Plate estaba en la B, el peor momento como institución de su historia. De la mano de Marcelo Gallardo retornó a su sitio y volvió a ser un equipo campeón. En esta final, River no tuvo a su entrenador en el campo, no tuvo su partido en El Monumental y solo estuvo diez minutos por delante en el total de los 210 minutos. Pero tuvo a Juanfer Quintero. Y ahora tiene a toda Sudamérica en sus manos.
"Lo que pasó antes del partido de vuelta no puede volver a pasar más. En lo deportivo ya está: ganó River", sentenció Schelotto tras el partido, mascullando aún la derrota y una posible salida de Boca. Desde la dirección de su club podrían no pensar lo mismo y recurrir el resultado al TAS. Sea lo que sea, el campo -aunque no fuera el deseado- ha decidido el partido interminable y la finalísima.
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