LA FINAL DE LOS TREINTA DÍAS Y LAS MIL HISTORIAS

(foto: Reuters)

El partido que nadie quería jugar. El partido del que todo el mundo habla y hablará. River y Boca se batirán este domingo a las 20:30 en un duelo definitivo por el trono de Sudamérica, en pleno centro de Madrid. Millonarios o Xeneizes levantarán el trofeo más deseado a 10.041 kilómetros de distancia de donde estaba planeado inicialmente. Una historia de locos que solo podía escribir el enfrentamiento más caliente y visceral del mundo del fútbol.

Desde los despachos se acordó que la última final a doble partido en la historia del trofeo continental más emblemático, como es la Copa Libertadores, se disputaría el 10 de noviembre en La Bombonera y el 24 del mismo mes en El Monumental de Núñez. El destino para entonces ya había dictaminado, caprichoso, que se trataría, efectivamente, del primer envite directo por el título entre River y Boca. La rivalidad es de sobra conocida. Di Stefano, Passarella, Ramón Díaz, Francescoli. Maradona, Brindisi, Riquelme, Palermo. Dos hermanos que no pueden verse. Dos equipos que se disputan encarnizadamente en cada partido, en cada minuto, en cada jugada, la supremacía de Buenos Aires y de toda Argentina. 

El primer duelo dejó absolutamente todo por decidir. (foto: tn.com.ar)

Con prácticamente todo el globo terráqueo poniendo sus ojos en esta cita histórica, la lluvia hizo acto de presencia de manera torrencial. El día 10 llovió más de lo que había llovido en todo el mes en la capital argentina. Por eso, la ida se retrasó al domingo 11. Sin afición visitante en las gradas, La Bombonera se engalanó para vivir un partido de enorme altura. A pesar de que la magnitud de la escena y del escenario hacían indicar a los entendidos que presenciaríamos un partido cerrado, de pocos goles y más agarrotamiento, el resultado final decretó un empate a dos dianas del que ninguno de los dos salió muy contento. River porque no aprovechó su mejor posicionamiento en la cancha y Boca porque desperdició hasta dos ventajas en el marcador.

Unas tablas que dejaban todo por decidir dos semanas más tarde en el estadio de las gallinas. Situado a apenas 16 kilómetros de La Bombonera, El Monumental estaba presto y dispuesto, en la tarde del 24 de noviembre, para ser el lugar donde los argentinos se paralizarían, pondrían toda su atención y acabarían festejando por la victoria o acordándose de todo tipo de familiares por la derrota. Sin embargo, no fue así.

Bochornoso. (foto: AP)

Unos actos vandálicos vergonzosos, propiciados entre las mafiosas, cancerígenas y todo lo que se les ocurra barras bravas, y algún que otro descerebrado sin ninguna sigla por detrás, provocaron que de la celebración del fútbol se pasara a la condena de unos acontecimientos deleznables. Jugadores lesionados, policías desbordados, "aficionados" desoyendo cualquier orden... Y aquí estamos. Después de esta tremenda deshonra al país argentino y al deporte, y de una nefasta gestión por parte de presidentes de Boca, River, CONMEBOL y de la mismísima República de Argentina, con el Mundial de Clubes acercándose, el trono sudamericano se disputará al otro lado del Atlántico.

De un campo de entrenamiento a reventar a la frialdad de Valdebebas. De los recibimientos cercanos a la locura previas al partido a las despedidas vacías -al menos la de River- antes de la partida de los equipos para España. De un niño vendiendo sus juguetes en la calle para poder pagarse una entrada a poder ver aficionados de Atleti, Real Madrid, Leganés, Getafe, Rayo... viendo la final de los sudamericanos y sobre todo, este año, de los argentinos.

River no tendrá su partido. No tendrá la oportunidad de conseguir el que puede ser su cuarto título con su gente -me refiero a los aficionados de verdad, los del fútbol, no los de la violencia-. El choque que su presidente Rodolfo D'Onofrio pidió jugar a pesar de todo. A pesar de no garantizar la seguridad.

Boca seguirá pidiendo en los despachos, incluso después del partido -si lo pierden-, quedarse con la Copa. Así lo considera justo Daniel Angelici y su directiva, quienes presentaron un dossier completísimo pidiendo que el título fuera a manos de los Bosteros sin disputarse el encuentro de vuelta, tomando como ejemplo un episodio del pasado reciente entre -sorpresa, sorpresa- ambos clubes. El Tribunal de Arbitraje Deportivo tomaría la decisión en lugar del cuero. Los despachos antes que el verde.

El escenario de la final de Sudamérica. (foto: Real Madrid)

Pero el partido se jugará, lejos de Argentina, en una Madrid más segura que en cualquier Clásico español. Y a poco más de 24 horas del partido nadie se atreve a dar una alineación para ninguno de los dos equipos. Ni "el muñeco" Marcelo Gallardo ni "el mellizo" Guillermo Barrios Schelotto tienen aún claro quienes serán sus once piezas para esta última partida, con las dudas de Scocco y Quintero en los Millonarios, y la de Pavón en los Xeneizes.

Nada claro en los dos equipos. (foto: EFE)

Los diarios especulan con los caminos que pueden tomar los técnicos hacia la Copa. Un 5-4-1, un 4-1-4-1, un 4-3-2-1, un 4-4-2, un 4-3-3, un 4-3-1-2, un joven de 18 años como Julián Álvarez tomando responsabilidades, la posible participación de los jugadores entre algodones, un doble atacante Benedetto-Ábila... Muchas suposiciones serán debatidas, analizadas y cuestionadas, y serán resueltas cuando los futbolistas se dispongan sobre el tapete del Santiago Bernabéu y pongan en juego las emociones de todo un país y pendiente al resto del mundo de una vez por todas. Un partido que quedará marcado, para bien o para mal, en el futuro de ambas instituciones por mucho tiempo.

Es de esto de lo que queremos hablar. Han pasado casi treinta días desde que se disputará el partido de ida en La Bombonera, y apenas se ha escuchado algo de lo que realmente importa, que es el fútbol, los goles, la pasión por unos colores. Los River-Boca o Boca-River tienen miles y miles de historias de las que sentirse orgullosos. Ahora, los protagonistas del domingo tienen ante sí la oportunidad de hacer un borrón y escribir a brocha gorda y por encima de uno de los capítulos más lamentables, para dejarnos lo que de verdad vale la pena. Aunque sea en Madrid. Aunque sea muy lejos. Aunque sea por culpa de unos locos. Veamos un SuperClásico. Veamos concordia. Veamos fútbol.


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