THE UNCHOSEN ONE

(foto: slamonline.com)

Recuerdo que cierta vez mencioné que lo trágico cubre una gran página en la historia del deporte. Relatos como el de Laurie Cunningham o la Hungría de los 50 bastan para ver como esta estructura en ocasiones puede llegar a lo cruel. Pero en lo que se refiere a lo puramente trágico -teniendo en cuenta las múltiples perspectivas del relato-, quizá uno de los testimonios más duros que se me vienen a la mente es el de un chico de Canadá que fue llamado a ser estrella sin tan siquiera haber despegado. Un episodio -por variar un poco la temática- de parqué, canastas y decepciones.

En sus comienzos fue un portento físico. Inducía al pavor a quien lo defendía en el instituto, pese a no ser el más alto en su posición. Sin embargo, lo que no tenía de techo lo compensaba con sus brazos; grandes como una fortaleza, poderosos. Su atletismo le daba verdadera versatilidad, y le proporcionaba una influencia tremenda en ambos lados de la cancha. Perímetro y pintura eran suyos; incluso sus suspensiones albergaban buenos porcentajes. Por detalles como estos es entendible que la UNLV y la Universidad de Oregon mantuviesen una pugna por su firma. Finalmente, Anthony Bennett se decantaría por la primera.

El ala-pívot canadiense venía de ser McDonald's All American. Habiendo sido reconocido por uno de los premios más prestigiosos de los jóvenes prospectos baloncestísticos en Norteamérica la NCAA se presentaba ante él como el último peldaño hacia el Olimpo de la NBA. Bennett no sólo lo pisó, sino que dejó una huella profunda sobre él. Sus números como freshman fascinaron: 16 puntos y 8 rebotes por partido, sumados a los más que destacables porcentajes del 53% en TC y de 37,5% en 3PT. De este modo, consideró que anunciarse como elegible al Draft del 2013 era más que factible.

Bennett en su etapa universitaria. (foto: lasvegassun.com)

La espuma, por otra parte, no terminaba de subir. Su historial de lesiones mermó mucho su puesto provisional en los Mock Drafts, sumado a problemas respiratorios como el asma o las apneas que el canadiense sufría con frecuencia. Tampoco estuvo disponible para los entrenamientos ni las pruebas con los diversos equipos de la NBA, puesto que cargaba consigo una reciente operación en el hombro. Esta operación además contribuyó a que el ala-pívot ganase unos kilos de más durante el verano, estropeando el envoltorio de tan apetecible presente. Con todo esto, los expertos lo situaban en el top-10, pero Mike Brown, entrenador de los Cavs, tenía otra percepción distinta.

El que había sido técnico de los Lakers hasta noviembre del 2012 había estado aprovechando para contemplar partidos de la NCAA y del March Madness. Fue entonces cuando se prendó del juego de Bennett, tomándolo como nombre a destacar entre sus notas personales. Casualidad del destino fue que los Cavaliers meses después acudieran a él y lo nombrasen nuevo técnico de la franquicia. Aún con las negativas del General Manager sobre esta decisión -finalmente disuadido por la necesidad de un ala-pívot-, Brown ya había hecho su particular scouting y tenía claro en quien quería invertir la elección número uno de los Cavaliers. En el escenario del Barclays Center, David Stern le otorgaría a ese cajón de honor. En el año 10 después de LeBron, Anthony Bennett recogería su testigo.

La espuma ascendió de nuevo como una saeta. Comparaciones con jugadores como Carmelo o Millsap comenzaron a sonarse en la prensa estadounidense. El primer número uno canadiense de la NBA generó auténticas expectativas en Cleveland durante la pretemporada. Incluso más allá de sus kilitos de más, en la Summer League se destapó en un encuentro contra Orlando, donde anotó 16 puntos sólo en el último cuarto. Todo era idílico para el segundo Chosen One, hasta que llegó la temporada regular y su burbuja estalló.

La elección del Draft, el primer y último gran momento de Bennett en la NBA. (foto: usatoday.com)

Quizá en parte por su falta de ambición, quizá en parte por su mal estado de forma. El ala-pívot canadiense no se logró adaptar en absoluto al nivel de la NBA. Se vio exigido a más en su primera temporada al ser el primer rookie de esa generación. Todos estos factores se presentaron ante él como un peldaño más grande de lo que imaginaba. Un peldaño al que no pudieron sobreponerse ni él ni sus números. Anecdótico es que tardó hasta 12 partidos en anotar su primera canasta como profesional. Al término de su primer año sus promedios quedaron en poco más de 4 puntos y 3 rebotes en 13 minutos por partido, con unos porcentajes tremendamente peores a los de su año en UNLV. Sus tiros de campo cayeron hasta el 36%, y sus triples hasta un flojísimo 25%. La decepción era generalizada.

Como consecuencia, Bennett fue traspasado a Minnesota durante el verano junto a otro nuevo canadiense número uno, Andrew Wiggins. Cleveland se hacía ese verano con Kevin Love, dispuestos a armar otro big-three con el que aspirar al anillo. Por su parte, el año de sophomore en Minneapolis de Bennett fue bastante lejano al idilio. Sus números mejoraron sutilmente, pero se quedaron muy cortos para las expectativas generadas en el pasado. Seguía sin tener ambición, y las lesiones se sumaban a sus muchos otros problemas. Los Timberwolves acabaron cortándolo al término de la temporada 14-15.

Al curso siguiente, Toronto sería el siguiente equipo en concederle una oportunidad. Cinco días después de abandonar Mineápolis, el interior hizo las maletas para volver a Canadá como profesional. Por el contrario, ni siquiera el regreso a casa pudo frenar su estrepitosa caída. En diciembre los Raptors lo enviaron a la G-League -liga de desarrollo de la NBA-, donde jugó gran parte de la temporada. La franquicia dejó de confiar en él para formar parte de la primera plantilla, convirtiéndose de este modo en el primer número uno de un Draft en disputar la G-League. Tal fue la debacle, que ni llegó a acabar la temporada. En marzo fue cortado por los Raptors, continuando su particular sendero de la discontinuidad.

De nº1 en el Draft a casi inédito en la Euroliga. (foto: euroleague.com)

Un proceso semejante se produjo al cambio de temporada, esta vez con los Brooklyn Nets. El pabellón en el que fue número uno despedía a este jugador -hasta el momento- en su última aventura en la NBA. Nuevamente contribuyó más a la G-League que al primer equipo y en enero fue cesado por el conjunto neoyorquino. Europa surgía como vía de escape a un largo historial de decepciones, y el Fenerbahçe fue el encargado de darle al verano siguiente su oportunidad. Sin embargo, pese a coronarse como campeones de la Euroliga -único título que levantó Bennett como profesional- el papel del canadiense fue bastante cuestionable. La escuadra turca cortó sus lazos con él en su primera y única temporada de Euroliga.

Desde entonces, la G-League ha supuesto su amparo como jugador. Ha pasado por varios equipos de esta división ya, pero eso no le ha impedido hallar -al fin- algo que en la NBA nunca pudo tener: regularidad. El canadiense se está reencontrando con una liga acorde a su nivel donde está promediando 16 puntos y 7,7 rebotes por partido. Realidad triste teniendo en cuenta su proyección y el lugar donde muchos lo ubicaban hace tiempo, pero que supone para él un respiro a nivel personal. Actualmente, su casa son los Agua Caliente Clippers, "filial" de la franquicia de Los Ángeles, donde el de Ontario sigue trabajando en su juego.

Buscando la sonrisa en LA. (foto: Agua Caliente Clippers)

A sus 25 años, el regreso de Bennett a la NBA todavía no es inviable, pero la infamia pervive presente en su historia. Comparado a día de hoy con otros bluffs de la categoría de Greg Oden o Kwame Brown, el ala-pívot vive con la sombra de ser uno de los peores números uno del Draft de la historia, y aún con eso quizá algún día hablemos de su resurgir en la liga. Jugadores como Amir Johnson, Reggie Jackson o Trey Burke tuvieron su paso también por la liga de desarrollo antes de consolidarse en la NBA y Bennett podría apoyarse en esa posibilidad para volver a la mejor liga del mundo. Una limpieza de última hora a un nombre resquebrajado por la expectativa.

Una limpieza, que lejos de ser real, podría ser un final no tan malo a la carrera de este chico de Ontario. Un joven prospecto que maravilló al mundo en sus primeros grandes pasos como baloncestista, pero que decepcionó todavía más al ser señalado como estrella. El -aún inacabado- periplo maldito de Anthony Harris Bennett. The Unchosen One.


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