LONDRES, LILLE Y SALÓNICA: LOS ORÍGENES DE LA LOCURA



El Olímpico de Londres, el Pierre-Mauroy y La Tumba. Estos tres estadios fueron el pasado fin de semana los escenarios de otros tantos sucesos inesperados, bizarros, increíbles y sobre todo bochornosos. Eso sí, no han surgido de la nada. ¿Por qué se ha llegado hasta ahí?


El primer caso es el del WEST HAM. Ante la derrota por 0-3 de los hammers a manos del Burnley de Sean Dyche, parte de la afición presente en el estadio no aguantó más. Unos saltaron al terreno de juego para enfrentarse a los propios futbolistas, mientras otros muchos se giraron contra el palco, dirigiendo cánticos ofensivos contra los dueños del club, David Sullivan y David Gold, que optaron por irse del Olímpico escoltados por sus guardaespaldas. Pero estas reacciones no están ocasionadas por esa abultada derrota en casa. Ni mucho menos.

Sullivan y Gold llegaron al accionariado del club en 2010, haciéndose con el control absoluto. Ambos hombres de negocio, consiguieron con su gestión devolver y asentar al equipo en la Premier League tras la temporada 2012-2013, además de llegar a competir (sin demasiado éxito, también hay que decirlo) en Europa League, clasificándose una vez por Fair Play y otra al finalizar séptimo. Su gente los consideraba los salvadores. A mediados de 2016, el ex jugador del club, ahora en el banquillo, Slaven Bilic, comandaba al equipo y Dimitri Payet era la gran estrella del mítico estadio de Boleyn Ground. Hoy ninguno de los tres sigue en el West Ham.

Uno de los aficionados topó con la ira de Mark Noble. (foto: Reuters)

El primero en "irse" fue el estadio. La afición no se ha recuperado del traumático cambio de lugar de juego, porque suponía y supone dejar atrás su identidad, olvidarse de dónde vienen. Las burbujas ya no fluyen igual en el Olímpico de Londres. Y, cómo no, la situación deportiva influye, y esta no es la adecuada. Desde la marcha del francés en invierno de 2017, nada ha sido lo mismo. El juego, los resultados... nada acompañó a un equipo en el que la apatía se instaló. El último en irse, en noviembre, fue Bilic, que abandonó el barco tras sumar 9 puntos en 11 jornadas. Moyes ocupó su cargo, y a pesar de tener al equipo fuera del descenso, las últimas derrotas (3-1 vs Brighton, 4-1 vs Liverpool y Swansea y ese 0-3 vs Burnley), que lo dejan tres puntos por encima del descenso, han avivado el fuego del malestar de los fans hammers, que piden la marcha de los David y un giro en la dirección del club.



Los clubes en Francia siguen teniendo una gran presencia de ultras. Lo estamos comprobando en los últimos meses con ejemplos avergonzantes como los que han protagonizado los "hinchas" de este tipo de Lyon, Marsella, Bastia e incluso PSG. El LILLE no se escapa de ellos. Hace no tanto el panorama de "Les Dogues" era envidiable. Campeón de la Ligue 1 y de la Coupe en la 2010-2011 con Eden Hazard, Rami, Debuchy o Gervinho como estrellas, participaciones en la Champions League y siendo uno de los conjuntos más destacados del panorama francés en esta segunda década del siglo.

Alejado de opciones de título, con la marcha de sus mejores efectivos y la irrupción de los petrodólares del PSG y los millones de Mónaco, el Lille parecía un equipo destinado, por historia reciente y entidad, a ocupar frecuentemente los puestos nobles. Hasta la pasada temporada, con cada vez más apuros, eso se mantuvo. La eliminación en la ronda previa de la Europa League ante el desconocido Qäbala y el 11º puesto en la Ligue 1 supusieron los primeros golpes para un club que quería acostumbrarse al caviar, más desde la llegada en octubre de 2016 del empresario luxemburgués Gerard Lopez como máximo mandatario. A pesar de esta irregular campaña, en el seno del club lillois las fuerzas se centraban en la 2017-2018, anunciada como la temporada del resurgir.

Una de las lamentables imágenes sobre el Pierre-Mauroy. (foto: AFP//François Lo Presti)

El incomparable Marcelo Bielsa sería el encargado de llevar el timón del Lille. El "Loco" pidió refuerzos de juventud y calidad para su nuevo proyecto, dejando ir a algunas estrellas del club como Corchia o De Préville. En un duelo de estilos en la primera jornada ante el Nantes de Ranieri, la victoria caería del lado de "Les Dogues" por un contundente 3-0. La cosa prometía. Pero nueve jornadas después el equipo solo había sumado 3 de 27 puntos posibles. Victorias ante St Étienne y Metz no mejoraron las malas relaciones entre el argentino y la directiva, que acabaron con el técnico suspendido a finales de noviembre y fuera del club a mediados de diciembre. Christophe Galtier llegó para sustituirle, pero las cosas no han ido a mejor. Acumula los últimos seis partidos sin ganar y el equipo es penúltimo, a tan solo un punto de la salvación, aunque demasiado para algunos que esperaban de esta otra campaña muy distinta.



Grecia es reincidente. Pocos meses de la temporada pasan sin que veamos ningún acto denunciable en algún estadio del país heleno. En una campaña especialmente caliente, el PAOK ha sido el último club en llevar a cabo prácticas de este tipo, aunque en este ejemplo no han sido los aficionados los que se tomaron la justicia por su mano. Ha sido alguien más importante, o mejor dicho, más poderoso para el club y para la propia ciudad de Salónica.

Desde el año 1985 el PAOK no gana una Superliga griega. Nueve años más tarde el AEK de Atenas ganaría el que es hasta la fecha su último triunfo liguero. Esta temporada los dos clubes le disputan a un débil Olympiacos el trono. Con la liga entrando en su recta final, el PAOK se posicionaba al frente de la tabla, por delante de sus dos rivales. Para entender todo, tenemos que irnos al 25 de febrero. Día clave para el devenir de la competición.

PAOK y Olympiacos se enfrentan en un duelo vital por el título. Antes de que comenzara el choque, Óscar García Junyent, técnico español del Olympiacos, fue alcanzado por un rollo de papel de cajas registradoras, trasladado al hospital y el partido se suspendió. En los despachos se decidió quitarle tres puntos al PAOK en modo de sanción y darle la victoria al Olympiacos por 0-3. Los de Salónica no se recuperaron del "trauma", y en su siguiente choque cayeron ante el Asteras Trípolis por 3-2, previo a otro encuentro fratricida, ante el AEK, que se había aprovechado de todo este embrollo para vencer al Panionios y situarse como nuevo líder.

Ivan Savvidis echando mano a su arma. (foto: Reuters)

En la mañana del pasado domingo, día del choque, el PAOK recibió la noticia de que esos tres puntos perdidos le habían sido devueltos tras el recurso presentado. Y en el partido pasó lo inimaginable. Transcurría el minuto 90 en el Estadio de La Tumba (sí, el nombre no pasa desapercibido) cuando el PAOK anotaba el 1-0. El delirio se apoderó de los aficionados... hasta que el colegiado anuló el tanto por fuera de juego, después de las protestas de los futbolistas del AEK. El presidente del equipo local saltó al campo exigiendo la validez del gol con una pistola en su cintura, a la que incluso echó mano, sin llegar a desenfundar. Horas después, el árbitro recogió el gol en el acta como válido, pero también habló de la aparición del presidente del PAOK, Ivan Savvidis, armado. Con todo esto, hoy tenemos una orden de captura contra el presidente Savvidis, el hombre más poderoso de la ciudad de Salónica, y la Superliga griega paralizada de manera indefinida por el gobierno de Tsipras hasta encontrar una solución y un acuerdo después de todo este lío.


¿Nos hemos vuelto locos?

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