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Forsberg consuela a El Shaarawy (foto: ondacero.es) |
Sesenta años, doce lustros, seis décadas. El pasado lunes Italia decía adiós, sin ni siquiera haber dicho hola, al Mundial de Rusia. ¿La razón? No haber sabido meter un solo gol a Suecia en 180 minutos en la repesca.
A priori, caer a la repesca en un grupo con España no sonaba tan desastroso para una siempre sólida y fuerte Italia. Es más, a pesar de la exhibición de la pasada EURO ante "La Roja", sonaba coherente. Por eso el empate en Turín, antigua casa del amigo Ventura (del que hablaremos ahora), en octubre de 2016, parecía una victoria. Lo cierto es que, casi once meses después, en Madrid, el combinado español pasó por encima del italiano. 3-0, y pudieron ser más. ¿Qué pasó para que se dieran dos resultados tan distintos, a parte de casi un año? Pues que España sí supo llevar adecuadamente el cambio de entrenador que también experimentó Italia. Con la marcha de Del Bosque, la RFEF optó por Lopetegui, que siguió (y sigue) un camino acertado y adecuado, con una España que ha recuperado su mejor juego, dándole los galones
a los mejores. Mientras, los transalpinos, que se quedaron a una tanda de penaltis de las semis de la Eurocopa, optaron por el experimentado Ventura como perfecto seguidor del esquema 3-5-2, que había implantado Antonio Conte antes de irse a la Premier. Sus años en el Torino fueron su gran aval. Pero ni siquiera el esquema le ha acompañado.
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Gian Piero Ventura (foto: Bleacher Report) |
Italia se atascó, y Ventura no la supo desatascar. El ya ex seleccionador convirtió un equipo que mereció ganar ante Alemania en la EURO con Pellè de delantero, a otro que no sabía a lo que jugaba. Sus propuestas no respondían, y él no supo reaccionar. El claro ejemplo de esta afirmación es lo que ha sucedido con Insigne. Quizás el jugador más en forma del panorama italiano en el momento y disputó solo 15 minutos ante Suecia. Entre los dos partidos. Quiso meter en el campo a
De Rossi (34 años, mediocentro defensivo) antes que a él... Más (90 minutos) disputó Jorginho, centrocampista también del Nápoles, al que dio las riendas de la sala de máquinas de Italia... en su debut absoluto. O incluso Parolo, prácticamente inédito en Milán en la vuelta de la repesca.
Esto solo ha sido la punta del iceberg, porque podemos unirle el irrisorio nivel de Marco Verratti, la inexistencia de un delantero que marque el nivel (Belotti en mala forma y a Immobile solo se le caen los goles con su club) o la desconfianza en los jugadores jóvenes (el ya mencionado Insigne, Bernardeschi...) en una selección competitiva, con garra, pero poco fresca, necesitada de un cambio generacional. Todos estos, factores que Ventura no supo, o no quiso ver (después de asegurar que se clasificarían seguro al saber su rival en la repesca) ya durante la fase de clasificación, durante la que ya había recibido numerosas críticas de los tifosi y la prensa, para conseguir llevar a su Italia al Mundial.
Italia volverá. Siempre lo hace, y siempre lo ha hecho. Como otras muchas (Chile, Holanda...). Pero no volveremos a ver a Buffon, ni en un Mundial ni con la Azzurra. Ni tampoco a De Rossi, y quizás tampoco a Chiellini o Barzagli. Y no estábamos preparados. Toca época de cambios en Italia, a la fuerza y sin Ventura. Mejor para todos. Os esperamos en 2022.
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