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(foto: Robbie Jay Barratt//AMA//Getty Images) |
Ser aficionado del Newcastle no es fácil, eso es innegable. Parece mentira en un club que, en los últimos años, ha visto pasar por su plantilla a jugadores no desdeñables como el talentoso Yohan Cabaye, el goleador Florian Thauvin, o dos que esta temporada han jugado la final de la Champions League, Gini Wijnaldum, Moussa Sissoko. Sin embargo, el principal problema reside en el individuo que se sienta en el despacho de St James' Park.
Mike Ashley se hizo con la mayoría del accionariado del Newcastle en 2007. La biografía de este hombre responde a un business-man, dueño de Sports Direct, empresa de distribución de artículos deportivos que copa los espacios publicitarios del estadio de los magpies. Para nada es el único señor de negocios que ha metido sus manos en el fútbol, pero, como muchos otros, tiene a su club secuestrado.
Cuando hablamos del Newcastle, los aficionados más contemporáneos piensan en un club modesto de la zona baja de la liga inglesa. Los que conocen un poco al Toon saben que nada más lejos de la realidad. El último de sus cuatro títulos ligueros data de 1927, su última FA Cup de seis ha cumplido recientemente 64 años y el gran logro de Copa de Ferias llegó a finales de la década de los 60, pero basta con echar un vistazo a la clasificación histórica de la Premier League -desde 1992/1993 hasta la actualidad- para comprobar que se trata de un club con mucho peso también reciente, situado en la octava plaza, apenas por detrás del campeón de las dos últimas ediciones, con 24 de las 27 temporadas de la Premier a sus espaldas, y con Alan Shearer, máximo goleador de la historia del campeonato, como gran emblema.
Entonces, ¿por qué un equipo tan grande, con una masa social muy amplia, está en una situación tan decadente? ¿Por qué un equipo dos veces subcampeón y una vez tercero en este siglo ha descendido a la Segunda División dos veces en la última década? Podríamos refugiarnos en una solución sencilla, como que todos los grandes acaban cayendo, pero no. Incluso es más sencillo aún. Y todas las señales apuntan al señor de negocios sito en St James' Park desde hace doce años.
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Una descripción gráfica de lo que lleva haciendo este señor desde 2007. (foto: James Marsh//BPI//Rex//Shutterstock) |
Mike Ashley y su gente tienen al Newcastle Football Club secuestrado. Su negativa a invertir de verdad en un club que da superávit en sus cuentas -entre los treinta clubes con más dinero del mundo, y en el top quince de la Premier- con el fin de gastar lo más mínimo y así vender al club por lo máximo posible, y su costumbre de poner en el banquillo a entrenadores manipulables son claros ejemplos de lo poco que a este señor le importa su afición y el club, al que, como hemos visto, ha convertido en un habitual de la lucha por la salvación.
Que se lo digan a Jonás Gutiérrez, una de las historias que define a la perfección estos años, junto
al contrato de ocho años (¡¡¡) que le firmaron en 2012 a Alan Pardew, un técnico, vamos a decir, controvertido. Tan solo le queda una temporada. Ah, pero se fue en 2014.
Rafa Benítez ha sido, junto a la leyenda del Liverpool,
Kevin Keegan, una de las pocas excepciones, de los mínimos halos de esperanza que ha vivido la afición del Newcastle durante estos años en los que no se ha hartado de protestar ante las injusticias. Ambos técnicos han acabado de la misma manera, despedidos por pedir más inversión, más fichajes. Es decir, por desear que el club creciera. Surrealista.
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La afición del Newcastle lo tiene claro. (foto: Stu Forster//Getty Images) |
En realidad, Rafa Benítez no ha sido despedido, aunque algo por el estilo. Ashley se ha negado a renovar el contrato de un entrenador comprometido con el club, que no se escapó por la puerta de atrás cuando en 2016 descendió, y que además un año después lo devolvió a la élite en una competición tan exigente como la Championship, salvando así al club de una posible desaparición o caída en desgracia -véase al Sunderland-. Los dos cursos siguientes la empresa no ha sido menor, haciendo malabares para salvarse en Premier, este último con Salomón Rondón, cedido por el West Brom, como estrella. El venezolano, adorado por la afición y pretendido por Benítez, no se queda porque tiene 29 años.
Lo único que Benítez pidió fue más inversión racional en lugar de fichajes de jugadores menores de 25 años con el único objetivo de venderlos dos años después por más dinero, la política que Ashley ha instalado en Newcastle. Por eso no tiene sitio Rondón, y tampoco Benítez. Para colmo, el comunicado de la salida del mejor entrenador del club desde Sir Bobby Robson -cuando en los despachos de este club se luchaba por entrar en Europa y no por vender a la alza- lo emitieron sin informar antes al propio entrenador madrileño. El señorío.
Muchos consideran que esta será la estocada de muerte para un club histórico. Sin embargo, un nuevo hilo de esperanza se abre entre las tinieblas. La Premier League investiga en estos momentos
la oferta de compra de Khaled bin Zayed Al Nahyan, jeque árabe que, como dice el periodista Ilie Oleart
en este vídeo de La Media Inglesa, es primo lejano del dueño del Manchester City. Si esta venta sí cuaja, al contrario que la que PCP Capital Partners intentó llevar a cabo en enero de 2018, se abriría una nueva puerta en St James' Park... aunque quién sabe si no llevaría también al abismo.
Es triste, pero es lo último que le queda a una afición que año tras año ve a sus dirigentes reírse de su club, de su equipo, de su gente, de su sentimiento. Benítez solo era la voz de una afición a la que han dejado precisamente sin ese preciado megáfono, y a la que, si las cosas no cambian, probablemente más pronto que tarde un ser despiadado los deje sin el club de sus amores.
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