EL FÚTBOL Y LA ARQUITECTURA

(foto: gianlucadimarzio.com)

No, no me he equivocado en el título. Difícilmente se puede relacionar un deporte de masas seguido por todo el mundo con la profesión que consiste en diseñar, proyectar y construir edificios u otros espacios. Pero quizás a algunos de vosotros se os haya venido el nombre de un futbolista a la mente, y más en estas fechas con las últimas noticias. Sí, vamos a hablar de Andrea Pirlo.

Pirlo es ese jugador que ha estado en Inter, Milan y Juventus, los tres grandes de Italia, y es adorado y amado en los tres por igual, sin ningún tipo de discriminación ni rechazo. Solo en el Inter no supieron ver su calidad y su valía para esto del fútbol, después de haber explotado en el Brescia Calcio, consiguiendo ascenso a Serie A. En Milan y Juventus le entregaron las llaves de los respectivos proyectos y no decepcionó. En diez años en Milanello, llevó a los rossoneri dos veces a lo más alto del continente, apoyado de jugadores como "Pippo" Inzaghi, Paolo Maldini, Kaka' y numerosos nombres más, y lo volvió a hacer sentir como un equipo grande. 

Cuando sintió su tiempo agotado en un Milan obsoleto, una Juventus que quería volver a lo más alto del panorama italiano le llamó, y aceptó. Años antes, había rechazado vestirse de blaugrana en el comienzo del proyecto de Guardiola. Esta vez con la Vecchia Signora no dudó. Cuatro Serie A en cuatro años y una final de Champions, antes de poner rumbo a New York, donde ha dejado sus últimos años de fútbol en el "nuevo" equipo de la ciudad, el New York City, compartiendo filas con otros míticos del principio de siglo, como David Villa o Frank Lampard.

Pirlo y Xavi en la final de la Champions de 2015, en Berlín (foto: elEconomista.es)

Pero sin duda su gran momento lo vivió vistiendo la "Azzurra" en el año 2006, en Alemania. Marcelo Lippi no dudó en darle el rol de protagonista y director de la orquesta de la Selección Italiana, que llevaba más de veinte años sin levantar una Copa del Mundo y deambulaba sin demasiado éxito por la mayoría de los torneos internacionales, con el penalti de Baggio ante Brasil en USA'94 como referente. Pirlo se convirtió en el "capo" de una selección que no gustaba ver, que fue avanzando la mayoría de rondas de puntillas (ganó en octavos en el añadido; goleó en cuartos; en la prórroga derrotó a la anfitriona) y que se plantó en la final ante una Francia favorita que quería poner el broche a una generación de oro, con los Zidane o Henry. 

El resultado: la pausa, el orden, el pase, la visión, el toque, en resumen, la magia de Andrea, destacaron por encima de todo. Suyo fue el centro desde la esquina derecha para que Materazzi empatara la gran final. Se lo puso en la cabecita. Por él pasó todo el peligro italiano. En los penaltis (ya tras el famoso cabezazo de Zidane) tomó el papel de líder, abriendo la tanda con un golazo. El destino se alió en el larguero al que envió la pelota de Trezeguet y le permitió levantar el trofeo de campeón en una mano, y el de MVP de la final en otra. La Eurocopa no pudo levantarla. España se cruzó en su camino en la final de 2012, pero su gol de penalti "a lo Panenka" en cuartos ante Inglaterra que cambió el curso de todo el partido, siempre quedará en el recuerdo.

(foto: Sky Sport)

Con Pirlo se va la elegancia de un futbolista director, el carisma de un líder de pocas palabras pero muchos actos, sus excelsos golpeos de esquina o de falta, se va la "party", y una especie de futbolista en especie de extinción (aún nos queda Xavi, pero en Qatar, y poquitos más), pero sobre todo un hombre con mucha, mucha calidad y más cerebro. El fútbol y la arquitectura no volverán a ser los mismos.

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