SANGRE URUGUAYA EN VIGO


(foto: Mundo Deportivo)

Ocho años después del último uruguayo que jugó en Balaídos como local (Fernando Fajardo en la temporada 2008-2009, la que casi le cuesta el descenso a la categoría de Bronce al club vigués), Maxi Gómez lo volvió a hacer este pasado sábado, dejando dos goles en la derrota ante la Real Sociedad y una ascendencia y raíces claras.

Uruguay no es un país normal. Un país de una extensión poco importante (176.215 kms cuadrados) y que no llega ni a los 3,5 millones de habitantes difícilmente logra éxitos deportivos de la talla que ha logrado a lo largo de su historia. Dos Mundiales y quince Copas América deslumbran en sus vitrinas. Todo esto solo lo puede lograr con una fe, ganas e intensidad inquebrantables. Cuando pensamos en un jugador uruguayo, a todos nos viene a la cabeza el prototipo de jugador bajito, peleón, luchador y demás. No todos son así, pero salen cuatro o cinco muy rápido con estas características: Cebolla Rodríguez, Maxi Pereira, Carlos La Roca Sánchez, o incluso Diego Godín, Diego Forlán o Luis Suárez (algo más altos, es verdad). En esta nómina podría entrar Maxi Gómez.

Formado en Defensor Sporting, llegó este verano a Vigo después de menos de dos años en el profesionalismo. 30 goles en 52 partidos y una Liga dejó en Defensor el delantero de tan solo 21 añitos, poseedor de un físico y potencia exagerados, impropios de su edad. El Celta, que domina a la perfección el mercado joven, apostó fuerte por él pagando 4M€ para que vistiera la celeste. En su debut, no oficial, ante su afición en el partido que enfrentaba a los de Unzué contra la Roma y en el que los locales se exhibieron, Maxi dio una asistencia en la que demostró sus otras habilidades, a parte de batir las porterías rivales: el desmarque, la gran movilidad por todo el frente del ataque y el pase de gol. ¿No os recuerda a alguien?

Menos de una semana después, en el debut oficial en Balaídos, con Guidetti fuera por problemas en la clavícula, le llegaba la primera oportunidad de demostrar el alto precio pagado por él. Y no la desaprovechó. Maxi generaba peligro a la defensa de la Real por todos lados, junto con un Pione Sisto que buscaba inmediatamente su cabeza por la banda izquierda y un Iago Aspas al que le facilitaba sus internadas desde la derecha. Doblete en el estreno de Liga para abrir boca. Los goles, de cazador. ¿O debería decir de Pistolero? Ambos balones le cayeron a contrapié, con el cuerpo mal colocado debido a, un rechace en el primero, y un mal bote en el segundo, pero como un nueve de los grandes, eso no fue ningún problema para enviar el balón al fondo de las mallas. También dejó evidencia de su incesante intensidad, viendo la cartulina amarilla, e incluso pudiendo ser expulsado. Como buen uruguayo, la sangre caliente es clave y necesaria en su estilo de juego, aunque a veces le pueda jugar malas pasadas. En el minuto 67 abandonó el campo fundidito, debido al trabajo incansable realizado en la presión, pero ya había dejado su huella. Creo que esta última pista ya es definitiva. Sin él, la Real remontó y le robó los tres puntos in extremis al Celta.

Con un doblete debutó en Balaídos (foto: Atlántico Diario)
Un nuevo delantero que ilusiona y hace ilusionar a la gente con sus ganas de trabajar y de mejorar (renunció a sus vacaciones tras ganar la Liga uruguaya para llegar al máximo y no para de hacer publicaciones en Instagram -@maxi_gomez9- vestido de celeste). Esto acaba de comenzar, pero Vigo es uno de los mejores lugares posibles para que un jugador como Maxi Gómez siga creciendo, y demostrando de dónde viene y cuál es su espejo.

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