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El alemán no ocultó su alegría en el podio. (foto: Marca) |
De entre la poca
trama que está albergando la presente edición del Tour de Francia, la etapa de
adoquines del domingo nos dejó a todos los seguidores del panorama ciclista una
maravillosa sorpresa cuando el alemán John Degenkolb cruzó la meta en primer lugar.
Para aquellos que sean ajenos al mundo del pelotón, no será muy significativo,
y quizá sea ese el incentivo que me lleva a remarcar este triunfo como algo
simbólico y especial. Si queremos comprender el por qué pesa tanto esta victoria
para el esprínter y clasicómano alemán, debemos hacer memoria unos cuantos años
atrás.
La temporada del
2015 fue todo un paseo entre laureles para Degenkolb. Siendo un ciclista más
que consolidado y de mucho prestigio en el panorama internacional, lograría en
la primavera todo un monumento ciclista como la Milán-Sanremo. No conforme con
esto el turingio lograría el que probablemente sea su mayor éxito hasta la
fecha, imponiéndose en el velódromo de Roubaix a dos grandes corredores de
clásicas como Zdenek Stybar y Greg Van Avermaet. Degenkolb lograba ese año
coronarse como rey del Infierno del norte,
y sumar la prestigiosa piedra su palmarés.
Su carrera, pese a
haber llegado a su particular cumbre, parecía seguir en alza, hasta que en
enero de 2016 un terrible percance intervendría en todo este progreso. El
equipo Giant-Alpecin sufrió un grave accidente en una concentración en la
localidad alicantina de Calpe. Una mujer inglesa al volante invadió uno de los
carriles bici por los que se entrenaba el equipo alemán, y arrolló a varios de
los ciclistas allí presentes. Entre ellos, Degenkolb fue uno de los que peor
parados salió, y esto, más allá de las lesiones, lo apartó del circuito
internacional hasta mayo de ese mismo año.
A su regreso, con cambio de equipo incluido tras fichar por Trek-Segafredo, el
alemán logró triunfos de cierto prestigio, pero no volvió a lograr nada
equiparable a sus grandes victorias. Tras un 2017 casi en blanco -únicamente
destaca una victoria de etapa en el Tour de Dubai-, 2018 se esperaba un mejor
año para él tras lograr ya a inicios de año dos victorias en la Challenge de
Mallorca. Y fue en la etapa de pavés del Tour de Francia de este año donde
volvió a encontrar su mejor versión. Gracias a la estrategia y el desarrollo de
la etapa, Degenkolb logró quedarse en el tramo final en cabeza de carrera junto
a dos ciclistas más. La localidad de Roubaix, curiosamente, volvería a acoger
una victoria suya al sprint, y curiosamente Greg Van Avermaet volvería a
acompañarlo en el podio de la etapa.
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La emoción y júbilo de Degenkolb tras cruzar la línea de meta en Roubaix. (foto: Jeff Pachoud//AFP) |
Por otra parte, lo
irrepetible fueron sus lágrimas de emoción al atravesar la meta. En la
entrevista posterior al triunfo se mostró completamente superado por la
sensación de haber vuelto a lograr algo grande, y más sabiendo el largo y
extenuante proceso por el que tuvo que pasar para volver a estar de vuelta en
boca de todos. Es incluso poético pensar que muchos lo daban por muerto tras
ese fatídico atropello, y que tuvo que ser en Roubaix, hogar del Infierno del norte, donde el renacido hiciese
acto de presencia. Golpes de pedal que a nivel personal pesan, y que esperemos
que sirvan para que el alemán vuelva a coger confianza y a hacerse notar en las
Clásicas de primavera.
No cabe duda de que
fue una jornada especial y simbólica, que hace pensar que este Tour nos tendrá
guardada alguna que otra sorpresa más en las próximas etapas. El día en que el
fénix se elevó de entre sus cenizas, con barro y polvo en su maillot, con lágrimas
en sus ojos, y con sudor en sus piernas de titán, que como alas, lo volvieron a
llevar hacia la cumbre. En conclusión, historias de ciclismo.
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