GANÓ EL QUE QUISO HACERLO | EGAN BERNAL HACE HISTORIA EN FRANCIA

Castroviejo junto a los ganadores de los dos últimos Tours de Francia, y del último Tour de Suiza y París-Niza. (foto: Reuters)

En muchas ocasiones confundimos entretenimiento, emoción y tensión con lo que es, o debería ser, un buen producto. El último ejemplo es el Tour de Francia que finalizó el pasado domingo. ¿Que ha sido el más emocionante de la última década? Puede. ¿Que lo ha sido por la inoperancia de gran parte de los "favoritos"? Seguro. ¿Qué el triste kilometraje -reducido a tristísimo en los últimos días- de la última semana y de las cronos ha sido un plus? No tengo ninguna duda.

Con una ecuación así, Julian Alaphilippe, ganador en este 2019 de Milan-Sanremo, Flecha Valona y Strade Bianche, se plantó líder de la llamada carrera más dura del mundo ciclista a dos días de París, y con todo merecimiento. No seré yo el que le quite mérito a alguien que exprimió todo lo que le favorecía el recorrido -un saludo a Alejandro Valverde-, que se dejó hasta el último gramo de fuerza en las montañas y que, hasta esos dos últimos días para alcanzar la deseada meta final, parecía el único con verdaderas intenciones de llevarse el amarillo a casa.

El año que viene veremos al nuevo Alaphilippe (desgraciadamente). (foto. AFP)

Hasta que a 41 km de meta -o eso pensábamos todos- de la 19ª etapa, en plena subida al Iseran, un demarraje sin levantarse de la bici de Egan Bernal -que ya había atacado el día anterior en el Galibier- dejó definitivamente en la estocada a un Alaphilippe que ya por ese momento pagaba los esfuerzos de días atrás. El movimiento del Tour de Francia, que no tendría su culminación debido a la aparición de la naturaleza en forma de desprendimientos de tierra y una parte del recorrido totalmente anegada de agua y hielo, que provocaron la neutralización de la etapa, a pesar de las quejas de Kruijswijk y Urán. Como si fueran a atacar.

Al holandés, siempre tras la sombra de su compañero De Plus, no se le había ocurrido hacerlo en etapas como la del Tourmalet, y menos lo iba a hacer en esta. Básicamente, porque su equipo ya había cumplido en la primera semana y su objetivo personal, al igual que el de Emmanuel Buchmann -cuarto clasificado, pero en una posición mediática mucho más modesta que Kruijswijk- era "poco ambicioso", en su caso terminar en el podio, y con el abandono de Pinot en la mañana de esa 19ª jornada lo tenía prácticamente asegurado. En las piernas del francés -codo codo, guiño guiño-, más suelto y confiado que nunca -aunque también pecó de conservador algunos días-, capaz de cortar él solo el ataque de Geraint Thomas en el Galibier, podría haber estado este Tour. Una lástima su extraña puesta de pie a tierra.

Por alusiones, tratemos el Tour de Geraint Thomas. Un ataque en La Planche des Belles Filles y otro en Galibier -este sin consecuencias- le han bastado para asegurarse el segundo puesto en la ronda gala, un año después de ganarla -Rigoberto Urán aproves-. O lo que es lo mismo, un uno-dos del equipo británico en el podio de París. Y eso que el INEOS no era el Team Sky, no controlaban la carrera por no poner en práctica el trenecito de toda la vida, porque llevaban un equipo inferior a otros... Bisous a todos vosotros de parte de Dave Brailsford.

En la casa del equipo patrocinado por la empresa petrolera se deben seguir riendo de los de azul que se subieron como "mejor equipo" al podio parisino. Después de un Giro extraño por lo bien rendido -Sciandri y las fuerzas marcaron la diferencia-, Movistar Team volvió a las andadas en el Tour de Francia. Los egos de una tricefalia que nunca funcionó, nunca funciona y nunca funcionará han provocado esperpentos del calibre de la etapa del Galibier, o mismamente el de la reducidísima 20ª etapa de 59 km con final en Val Thorens. Un chispazo de Nairo les vale para salir sonrientes. A Landa todavía se le espera -y que sigan esperando-. Y a día de hoy, sigo sin saber a qué ha ido Alejandro Valverde al Tour, al mismo Tour al que afirmó y reafirmó que no iría. Marc Soler y Andrey Amador todavía deben seguir acordándose de las madres de los tres. En algunas casas de alterne existe mayor régimen que en el equipo telefónico.

Todo y nada. Sobre todo nada. (foto: Le Tour)

En el otro polo podríamos incluir al que ha sido el equipo con más victorias entre la segunda y la tercera semana, junto al Lotto Soudal -gracias a los tres triunfos de Caleb Ewan, incluido el de los Campos Elíseos-. El Mitchelton-SCOTT, por medio de Simon Yates -el Yates bueno y también el putoyates-, por partida doble, y Matteo Trentin se unieron a la conquista de Daryl Impey en la novena etapa para sumar las cuatro que uno de los equipos sensación del curso se llevó a su saco al finalizar la carrera. 

Más al de Movistar que al del Mitchelton se ha parecido el Tour de Romain Bardet, aunque parezca mentira por el excesivo botín que se ha llevado con el maillot de la montaña. El francés tan solo puntuó en los pasos del reducido bloque definitivo, y aún así le bastó para superar en la clasificación a un Tim Wellens que se partió el espinazo por intentar llegar a París vistiendo el jersey blanco a puntos rojos. Lo sucedido en esta edición es el espaldarazo perfecto para reconsiderar esta clasificación -sorpresa sorpresa, no lo harán-.

Más espectáculo que la mayoría de favoritos en la montaña. (foto: Getty Images)

En otra de las clasificaciones especiales del Tour, más de lo mismo. Evidentemente estamos hablando de la del maillot de la regularidad, que premia al más regular del Tour, no al mejor sprinter -cosa que algunos siguen diciendo-, y ese ha sido Caleb Ewan con tres victorias. Un solo triunfo pero de nuevo una gran actuación cosechó el auténtico dominador del maillot verde, un Peter Sagan que desde domingo se ha ganado totalmente ese término, al ganarse su séptimo jersey de la regularidad, uno más que Erik Zabel, con el que estaba empatado a la salida de La Grande Boucle en Bruselas. Por si no le había quedado claro a nadie, Peter Sagan es un mito de la bicicleta. Y lo que le queda.

Más aún le queda a Egan Bernal. Al maillot jaune se le ha unido, forzosamente, el maillot blanc. El primer colombiano que gana un Tour. Con los 22 años que tiene, aún podría competir en el Tour de l'Avenir, el que ganó hace dos cursos, el último antes de fichar por Sky/INEOS. Una edad con la que ha entrado de lleno en la historia del Tour de Francia, al consagrarse el campeón más joven desde la Segunda Guerra Mundial y el cuarto en total. 

Dos datos que chocan con lo que debiera ser una carrera de la importancia y la entereza de un Tour de Francia. Algo tendrá que ver con un recorrido más propio de otras pruebas, para nada de esta talla, y además diezmado por causas naturales. Las mismas por las que el Tour de Francia, el del ciclismo de verdad y no el del "entretenme", parece estar muriendo poco a poco, año a año, y sin que nadie le preste la atención que necesita.


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