CRECER DESDE LA INSIGNIFICANCIA

Los jugadores del F91 Dudelange celebran su proeza. (foto: Clarín)

Luxemburgo nunca ha sido un país destacado por sus triunfos en el deporte. La influencia de países limítrofes como Francia y Bélgica ha hecho que sus representantes más destacados lo fueran practicando ciclismo. Es el ejemplo de François Faber (ganador del Tour de Francia 1909), Nicolas Frantz (2 Tour de Francia, en 1927 y 1928, y 16 etapas, y un bronce y una plata en los Mundiales), Frank y Andy Schleck (este último ganador del Tour de Francia 2010), Bob Jungels (10 veces campeón nacional entre crono y línea). También destacan otros como el esquí alpino (Marc Girardelli logró 43 triunfos en la Copa del Mundo) o el atleta Josy Barthel, medallista en los JJOO Helsinki 1952, pero si hay uno en el que nunca lo han hecho es el fútbol. O habían.

Mirar el historial de partidos de la selección nacional de fútbol de Luxemburgo hace años era viajar en un mundo de sonrojantes y repetidas derrotas. De hecho, el combinado se pasó casi 12 AÑOS sin ganar un solo partido. Desde el 6 de septiembre de 1995 hasta el 7 de febrero de 2007, un balance de 67 derrotas y 6 empates llenó las fichas de los partidos disputados por los luxemburgueses. Una victoria en un amistoso ante Gambia supuso volver a ganar tantos años después.

Que te tocara Luxemburgo era sinónimo de victoria, de seis puntos si era en las fases de clasificación a una EURO o a un Mundial, competiciones que, obviamente, nunca ha disputado. Y era normal. Luxemburgo es un país donde el fútbol no ocupa un papel fundamental, como sí lo hace en otras sociedades. De hecho, muchos de sus futbolistas, tanto de su selección como en su Liga, eran y son por lo normal semiprofesionales, es decir, tienen otros trabajos a parte del fútbol. Y luego está la "traba" de ser un estado tan pequeño, por lo que hay menos probabilidades de que salga una estrella del fútbol -o de cualquier deporte- y de formar equipos competitivos.

Ante estas dificultades y para darle un giro a esta situación, en el Gran Ducado han tenido las ideas claras y han cocinado a fuego lento. Cuando en 2010 Luc Holtz, ex futbolista, asumió las riendas de los leones rojos, este se trataba solamente del último paso de un trabajo de treinta años. Antes de él habían dirigido a la selección durante períodos reseñables personas importantes en el mundo del fútbol y en el país como Paul Philipp -actual presidente de la Federación de Fútbol, curiosamente es el hombre que dirigió buena parte de los años de esa malísima racha antes comentada, desde 1985 hasta 2001-, el danés Allan Simonsen -Balón de Oro en 1977, seleccionador entre 2001 y 2004- y Guy Hellers -considerado mejor futbolista luxemburgués de la historia, entre 2004 y 2010-. Años para asentar conceptos, automatismos e ideas.

Luc Holtz. (foto: Julien Garroy)

Con Holtz y Paul Philipp, el combinado ha dado el gran paso adelante en todos los aspectos. Lo primero que ha mudado el técnico, formado en Alemania y Francia, ha sido el estilo. Luxemburgo ha pasado de ser una selección con once tipos que proponía un estilo rácano porque, básicamente, no daba para más, a querer atacar y buscar al rival. Aunque, el aspecto que más destaca Holtz es el de poseer "líderes en el campo". En una entrevista de 2014, el seleccionador afirmaba que la condición mental "tiene una importancia primordial, sobre todo la inteligencia, en cuanto a toma de decisiones y anticipación. Ahora dispongo de muchos líderes en el equipo y estoy más relajado, antes tenía que estar encima de todo", pero "todavía no es suficiente, quedan esfuerzos por hacer".

Y en parte eso es posible gracias a que, a día de hoy y a diferencia del pasado, muchos de los futbolistas pueden decir que son profesionales. Cuando Holtz llegó a la selección, solamente uno de ellos era profesional, Mario Mutsch, y seis años después, en 2016, lo eran diez. Actualmente incluso algunos de ellos juegan o se están formando en equipos de países más competitivos como son Francia, Rusia o Alemania -Maxime Chanot en el NY City, Laurent Jans en el Metz, Chris Phillips en el Legia Varsovia, Martins Pereira en el Troyes, Olivier Thill en el Ufa ruso, Barreiro Martins en el Mainz 05 o Gerson Rodrigues en el Sheriff Tiraspol-. Hay una pequeña trampilla, ya que son numerosos los que cuentan con doble pasaporte, como es el caso de Gerson Rodrigues, Dirk Carlson, Lars Gerson, Barreiro Martins... Esto es también debido a que no se está formando desde abajo. "¿Cuántas horas de deporte practican los niños luxemburgueses?", se pregunta Holtz, de forma irónica, comparándolo con el fenómeno islandés, donde, afirma "a los 16 años muchos tienen que elegir qué deporte practicar, si fútbol o balonmano".

Uno de esos pocos niños tocados por la varita es Vincent Thill. El mediocentro de 18 años, que debutó antes con la absoluta que con la U19 -a los 16 años con la absoluta, a los 17 con la U19-, es la gran perla del fútbol luxemburgués. Llamado a ser el mejor jugador de la historia del país, cuenta, recién alcanzada la mayoría de edad, con 3M€ como valor de mercado, según Transfermarkt. Propiedad del Metz, se encuentra prestado en el Pau de la National (Tercera División) francesa, donde recientemente dejó un gol de bellísima factura. Sobre él y Barreiro Martins espera construir Holtz la selección en no mucho tiempo.

Thill ya le ha dicho que no a equipos como el Bayern Múnich. (foto: Julien Garroy)

Aunque sigue recolectando derrotas graves (8-0 vs Suecia el pasado octubre, por ejemplo), el paso adelante que se ha dado es increíble. Bajo el mando de Holtz, Luxemburgo ha conseguido 13 victorias. Antes de su llegada, en los más de 100 años de historia del equipo, habían cosechado 14.  A día de hoy son el número 85 del Ránking FIFA de selecciones, habiendo avanzado más de 100 plazas. Recientes victorias ante Malta, Bielorrusia y Hungría son el camino a seguir, junto a ese recordado empate ante Francia de hace un año, en el Stade de France, con un 26% de posesión y recibiendo hasta 32 remates de Les Bleus. La fortaleza mental, táctica, técnica y física se nota y tendrá su siguiente prueba en la UEFA Nations League, competición que toman con muchas esperanzas y que puede iniciar una travesía al cielo.

El último paso del crecimiento luxemburgués no lo ha dado su selección, sino que lo ha protagonizado el club de mayor renombre del país -a pesar de surgir en 1991 a raíz de una fusión de tres clubes-, el F91 Dudelange. Aunque la temporada pasada otro equipo luxemburgués, el Progrès Niederkorn, ya logró eliminar a todo un histórico como el Rangers en una fase previa, nunca un conjunto del Gran Ducado había conseguido certificar su participación en una competición europea, hasta que los de Dino Toppmöller -hijo del ex delantero alemán Klaus Toppmöller-, que cuenta con ocho amateurs en sus filas, lograron esta temporada clasificarse a la fase de grupos de la Europa League. Para ello superó al Drita kosovar (global 3-2), al Legia Varsovia polaco (global 4-3) y al Cluj rumano (global 5-2), con la misma identidad que la selección, juego de toque, y con los cuatro goles del delantero David Turpel como más destacado.

El mejor día en la historia del club, como los propios miembros del F91 Dudelange confiesan, ha provocado, sorteo de fase de grupos mediante, que esta temporada vayan a visitar el Benito Villamarín, el Georgios Karaiskakis y San Siro, tres estadios que destacan por su historia y el ambiente que se vive. Por su parte, Betis, Olympiacos y Milan visitarán el Stade Jos Nosbaum, con capacidad para apenas 4.650 espectadores, unas once veces menos que las personas que presenciaron el derbi sevillano.

Hace dos años nos asombrábamos con el crecimiento de Islandia, un país incluso más pequeño, y hoy lo tenemos que hacer con lo que está realizando Luxemburgo. Muy pocos recursos, poca atención, pero mucho trabajo bien cuidado y bien llevado que nos está haciendo hablar sobre ellos, y que puede provocar que dentro de unos años, quién sabe si en 2020, los leones rojos sean motivo de admiración y no de desprecio.


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