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Fernandes aplaudiendo a la afición tras un partido. (foto: alairelibre.cl) |
El titular puede sonar a disparate, pero no lo es. En la sociedad contemporánea existe una cierta práctica culinaria que en muchas ocasiones supone toda una visión del apocalipsis para los más adultos. Muchas veces me pregunto a cuántos milennials les habrá entrado la curiosidad de mezclar alimentos sin aparente relación únicamente por pura experimentación. De este fenómeno han salido verdaderas aberraciones, aunque lo cierto es que también han salido a la luz combinaciones sorprendentemente satisfactorias al paladar. Supongo que en esa incertidumbre es donde reside la gracia del experimento. Si lo trasladamos a su contexto, también el fútbol ha gozado muchas veces de experimentaciones tan inusitadas, y yo, quizá en este Mundial, haya encontrado en la figura de un jugador las patatas fritas con crema de chocolate de este deporte.
Entre las múltiples
sorpresas que este Mundial 2018 nos ha dejado hasta el momento, quizá una de
las más agradables haya sido el papel de la anfitriona. Rusia, a pesar de
haberse enfrentado contra rivales de poca estima para muchos, ha sacado a la
luz un esquema de juego interesantísimo durante las dos primeras jornadas del
torneo, y ha brindado al público internacional de verdaderas exhibiciones. En
boca de todo el mundo ya empiezan a estar los nombres de Aleksandr Golovin,
Denis Cheryshev e incluso Artem Dzyuba, que con sus actuaciones de nivel
han logrado superar la fase de grupos. No obstante, si alguien me cuestionase
sobre quien ha despertado mi interés y admiración en particular de esta escuadra,
respondería sin pensármelo dos veces Mario Fernandes.
El lateral derecho
de 27 años es sin duda uno de los tapados de esta selección, y ha dado bastante
que comentar a analistas de esta disciplina. En sus actuaciones con el
combinado ruso ha demostrado ser un carrilero con una entereza y versatilidad
bastante inusuales en jugadores de sus características. A causa de esto se ha
ganado que yo le tilde como las patatas fritas
con crema de chocolate de este Mundial, pero más allá de este apodo
jocoso, la realidad nos muestra a un clásico lateral brasileño de corte
ofensiva, pero de carácter mucho más cerebral y con una lectura de juego mucho
más acorde a la frialdad y meticulosidad rusas.
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Un amistoso disputó con la absoluta brasileña en 2014. (foto: ESPN) |
Mario Fernandes es, de hecho, brasileño de nacimiento -su nombre no deja lugar a equívoco-, y fue en la nación carioca donde comenzó a darle patadas al cuero. Como todo futbolista profesional, fue haciéndose un hueco poco a poco desde lo más bajo, hasta que en el año 2009 contactó con él la directiva del Grémio. Allí se consagró como lateral pese a su 1'89 de altura, vislumbrando a propios y extraños con su implicación ofensiva en el juego. Como tantos otros en la reciente historia de la canarinha, se gestaba la figura de un loco de la banda que rompe partidos con sus incorporaciones. De hecho, Mario llegó a disputar partidos con las categorías inferiores del combinado nacional, siendo uno de los principales aspirantes a cubrir en un futuro la banda de la absoluta. Es más, en 2011 fue galardonado con la Bola de Plata de la liga brasileña, pero en 2012 sucedió algo que cambiaría por completo su futuro. Durante el período de fichajes despertó un gran interés en muchísimos clubs, presentándose como un lateral de futuro y garantías para cualquiera. Pese a las tentativas vernaiegas de numerosos conjuntos, quién se llevó el gato al agua fue finalmente el CSKA de Moscú. La crema de chocolate comenzaba a mezclarse con las patatas.
En la capital rusa,
gracias a un clásico como Leonid Slutsky como mentor adquirió su madurez
futbolística, y evolucionó hacia este estilo híbrido con el que se le reconoce
a día de hoy. Tres Premier rusas en su vitrina lo abalan, además de un par de
títulos coperos, que permitieron que en 2016 debutase con la selección absoluta
de Rusia tras habérsele sido concedida la doble nacionalidad. Desde entonces,
su influencia en el campo se ha visto caracterizada por sus incorporaciones
ofensivas, en las que atesora un criterio muy interesante con el cuero. Es un
jugador que además de buen pase tiene buena visión ofensiva y defensiva, y sus
desmarques albergan bastante peligro gracias a estas facetas de su táctica. A
pesar de que no es un gran regateador, Mario aprovecha a la perfección estas
virtudes para implicarse y apoyar en el ataque. En la defensiva, por el
contrario, hace uso de su envergadura para ganar por alto balones, y es un
jugador que tiene muy buenas tablas en el tackling.
Además, es una pieza que sabe sacar mucho partido de su zancada, que a la
postre es lo que lo delimita como lateral y no como central.
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Golovin, Fernandes, Zobnin y el veterano Ignashevich celebrando un tanto. (foto: AFP) |
Con todo esto, quizá este Mundial esté siendo el escenario perfecto para él, puesto que en las actuaciones que ha desempeñado hasta el momento ha presentado todas estas virtudes sobre la mesa, y ha exhibido una madurez como jugador impresionante. Es por este mejunje de cualidades que me parece un elemento tan fascinante dentro del esquema táctico de la selección rusa. Si bien Yuri Zhirkov es más bien un pasador desde la lejanía, Mario Fernandes hace gala de un juego en corto muy útil. Entre ambos, permiten a la selección anfitriona recuperar balones bastante arriba, y amplian el campo a las mil maravillas para que en el centro de este jugadores como Golovin o Cheryshev detonen la bomba del espectáculo.Un show que se verá prolongado como mínimo hasta los octavos de final de esta competición, y que nos permitirá gozar de esta simbiosis de dos maneras de entender el fútbol tan dispares. Jogo bonito, pero moscovita. Deliciosa crema de chocolate y patatas fritas.
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