EL GIRO DEL ENGAÑO

(foto: Giro)

Si hay algo que al Giro de Italia nunca le ha faltado en prácticamente toda su historia ha sido la tensión, la incertidumbre y la espectacularidad, tanto sobre la carretera como en relación a las escenas que nos dejan la geografía transalpina. En esta 101ª edición se ha incluido un nuevo factor, que ha resultado ser totalmente diferencial y determinante: el del engaño.

Poco que decir de la grande partenza. El Giro decidió comenzar su aventura en 2018 en Israel, estado que, a parte de ganar Eurovisión lanza alguna que otra bomba y misil, para satisfacer las pretensiones de todos menos el espectador y el propio ciclista. Entre el desierto, el sopor y las imágenes de aficionados emocionados (?), Dumoulin confirmó las apuestas y venció en Jerusalén, en la crono inicial de menos de 10 km, para "mantener" así la Maglia Rosa que ganó en 2017. El maestro de las cronos, Fabio Aru, finalizó a 50 segundos del holandés. Poco le duró la alegría a Tom, que en la segunda etapa, primera en línea, cedió el liderato en favor de un Rohan Dennis que buscó, y consiguió, vestirse de rosa en un sprint intermedio. Ese día, camino de Tel Aviv, venció Viviani, que repitió, confirmando su superioridad en las volatas, en la tercera jornada, con final en Eilat.

Viajecito de casi nueve horas y más de 3000 km para pisar tierra italiana de una vez por todas. Sicilia sí disfrutó e hizo disfrutar del ciclismo. En la cuarta etapa, con final en Caltagirone, el siempre valiente y destacable Tim Wellens remató el trabajo de Lotto Soudal (o Lotto Fix All) en una larga y escarpada jornada, en la que un tal Simon Yates se coló cuarto y gallos como Froome y Miguel Ángel López se dejaron un puñado de segundos. Battaglin venció en Santa Ninfa, en la siguiente jornada en un final similar, donde volvimos a ver a Simon Yates colándose arriba, quinto, siempre atento, además de nuevos contratiempos para favoritos como Pozzovivo, Schachmann y otra vez "Superman" López, dejándose este último otros 43 segundos y ascendiendo la desventaja hasta 1'57''.

Los ciclistas en una etapa por Sicilia. (foto: Giro)

En el volcán del Etna llegó la primera erupción del Giro, y el primer engaño. Mitchelton-SCOTT dio la campanada en un lugar que ya había visitado en el día de descanso, después de recorrerse el Mar Mediterráneo en aeroplano. Esteban Cháves se coló en la numerosa escapada del día, en un movimiento bastante iluso del pelotón, y demostró ser el más fuerte. Cuando parecía camino de la victoria, un fortísimo ataque llegó desde atrás. El protagonista, Simon Yates, compañero de escuadra. Parecía un suicidio. Si alguien siguiera su rueda, su victoria o la del Chavito estarían en peligro. Pero nada de eso ocurrió. Yates entregó la etapa a su compañero y se vistió de rosa en el podio, en una de las mayores exhibiciones de equipo en Grandes Vueltas de los últimos tiempos.

Praia a Mare y Montevergino di Mercogliano supusieron dos días de transición. En el primero ganó Sam Bennett al sprint y en el segundo, a pesar de ser un final en alto, los gallos mamonearon, permitiendo que una arrancada en los últimos metros de Richard Carapaz hiciera historia en Ecuador. La novena etapa era la cita. En el bellísimo, larguísimo y durísimo Gran Sasso d'Italia, Mitchelton-SCOTT y Simon Yates volvieron a mostrar que estaban un pasito, o dos, por delante del resto. Pinot, Pozzovivo, Cháves y Carapaz parecían los únicos en seguirle algo la pista al jefe de filas del equipo, con Dumoulin algo más desplazado, en una etapa que no le caía bien para sus características, mientras Froome y Aru se hundían a más de un minuto en meta. 1º y 2º de la General comían en el mismo autobús. Hasta la décima etapa.

El segundo engaño. Cháves, de la cima al abismo, pero siempre con una sonrisa. Blancazo de los gordos desde la salida en Penne y más de 25 minutos cedidos en la meta de Gualdo Tadino. Tiene que ser duro llegar a meta en el grupo de Stybar y Viviani (y Meintjes), teniendo en cuenta las características del escarabajo. Por delante, Mohoric nos regaló una bajada suicida y bichobola sobre la lluvia para su segunda victoria en una Gran Vuelta, tras la cosechada en España en 2017. En el pelotón no pasó nada porque, incomprensiblemente, el Mitchelton no quiso. Pozzovivo, Carapaz y Dumoulin en problemas y solo se esforzaron en cazar tres insignificantes segundos en una zona bonificada.

Cháves sufriendo. (foto: Marca)

Poco duró la "tristeza" en el seno del equipo australiano. Al día siguiente, en un día dedicado al recuerdo de Michele Scarponi, Simon Yates logró su segundo triunfo en Osimo, pero con una renta irrisoria: 2'' a Dumoulin y 8'' a Pozzovivo y Pinot. Los que sí sufrieron y parecían estar fuera de todo por la General eran López, que cedía 30'' y... Froome, que se dejó 40'' por el camino. En la etapa doce, en Imola, vimos uno de los sprints más extraños, con segunda victoria para Bennett, y en la trece en Nervesa della Battaglia, se volvía a adelantar en la batalla de los velocistas Elia Viviani, que se acostumbraba a ganar a lo jíbiri (permítanme esta mención broncanista), sin que su Wolfpack se asomase demasiado por cabeza.

La catorce se presentaba con uno de los templos del ciclismo italiano como protagonista, el Monte Zoncolan. A una semana del fin de la carrera, Froome dio la sorpresa (?) y alzó los brazos en meta, pero con tan solo 6'' de diferencia sobre un intratable Yates. Los medios, las gentes, el pueblo, tildaba este triunfo del dominador del Tour y conquistador de La Vuelta, bajo la duda, como una forma de desquitarse y salvar su Giro, perdiendo ya más de tres minutos en la General.

El británico de Mitchelton afrontaba los últimos siete días con 2'11'' sobre Dumoulin, 2'28'' con Pozzovivo, 2'37'' con Pinot, 4'25'' con Froome, y lo más importante, un dominio sin respuesta aparente, después de una nueva exhibición en Sappada. Quince etapas y tres victorias. Tan solo seis (cinco en realidad, más "volviendo al futuro") para no perder el Giro, ya que nadie parecía dispuesto a desbancar a un Simon Yates que pasaba de la casi nada al todo en cuanto a gloria en una GV. De nunca vencer en una etapa de más 200 km a ganarla en todo un Giro. De finalizar 6º en una Vuela y 7º en un Tour a líder con mano de hierro en una Corsa siempre más dura. Nadie contaba con él en sus apuestas. La nueva generación. El nuevo orden. Sangre nueva.

Yates se lució en los Dolomitas. (foto: Tim de Waele)

Ni siquiera titubeos en una crono en la que Dumoulin fiaba sus opciones y se presumía, antes del Giro, que Yates cedería más de dos minutos. 1'15'' solo de perdida con el tulipán y p'alante. La victoria de etapa para Rohan Dennis, que seguía redondeando un gran Corsa. Toda una decepción para el supercroner Fabio Aru, que se quedaba finalmente a 57'' en meta del australiano. Tal pena se llevó por no ganar, que dos días después puso pie a tierra. Entremedias, Viviani consiguió su cuarta etapa en Iseo, lugar donde las aspiraciones de Froome y López pudieron irse la traste si Mitchelton hubiese sido más ambicioso. Una pena.

Ya en la etapa 18, recta final, mientras Schachmann daba la quinta victoria al Quick-Step Floors y se redimía en Prato Nevoso, la carrera mutaba totalmente por detrás. En un puerto tendido que parecía que los ciclistas se iban a fumar esperando la etapa 19, de un kilómetro a otro todo cambió. Yates pasó de ser "el patrón" a ser un líder vulnerable. Síntomas de lo que se venía.

Aunque, bueno, nadie se esperaba lo que finalmente se vino. El engaño definitivo. La traición a la racionalidad. El fraude contra lo normal. Todo ello disfrazado en una oda al ciclismo sin parangón, ni siquiera Formigal ni Fuente Dé, en la actualidad, adornada además con la siempre apetecible seducción que proporciona la epicidad, y más en este deporte.

El punto culmen de la emboscada. (foto: Giro)

En la última etapa, uno de los mejores gregarios (por no decir el mejor) del pelotón como es Mikel Nieve se regaló una victoria de etapa muy cómoda y seria en su cumpleaños, la primera y última española en este Giro. Salvando el papel que otros no saben (o no quieren). En la lucha por el rosa, la lógica podría haber apuntado cierto sufrimiento de Froome, por el esfuerzo hecho el día anterior. Nada más lejos de la realidad. Hasta sprintó en meta a un Dumoulin que lo intentó a la desesperada (y luego no le dio la mano al de Sky) para quién sabe qué, mientras Carapaz y Miguel Ángel López se peleaban por la Bianca y por un inmerecido tercer cajón en el podio, cayendo todo del lado del colombiano del Astana.

La que le faltaba. (foto: AP)

Y para finalizar con los engaños, qué mejor que un simulacro de etapa final en la capital transalpina. El paseo del último día llevado al extremo. Tiempos neutralizados y a vivir. El irlandés Sam Bennett cerró el turno de victorias de la Corsa con su tercer triunfo personal. 17 minutos más tarde, entre risas y alborotos, llegaba el campeón de este Giro junto a su equipo, en una imagen a la que ya nos ha acostumbrado en París, que también vimos en Madrid y que se ha convertido en histórica en Roma. Nos estuvo engañando durante casi un mes. Ojalá que solo haya sido durante ese período de tiempo.

PD: Espero que hayáis/hayan notado mi ironía con Fabio Aru. Sí, yo también os he engañado (?).

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