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El mítico remate de Quini ante el Rayo |
Una de las muchísimas definiciones de la palabra "Dios" nos habla de un "ser sobrenatural al que se rinde culto y que tiene poder sobre un ámbito de la realidad y sobre el destino de los humanos" .
Más que eso era en Gijón, y prácticamente en toda Asturias, un hombre que anteayer se nos fue, Enrique Castro "Quini".
A los 68 años, un repentino, inesperado y cruel infarto dejó a la "Patria Querida" huérfana de uno de sus emblemas.
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Héroe hasta en los más pequeños (foto: Hugo Álvarez) |
Desde su etapa como futbolista hasta la de delegado de campo, todos sus amigos y conocidos lo definen como alguien que destacó por ser un hombre bueno y honesto, que siempre lucía una sonrisa en la cara y mostraba una gran indiferencia antes los focos, a los que algunos vuelven locos. Quini siempre quiso ser Enrique, ese modesto chico que empezó a meter goles desde sus comienzos el sufrido campo de La Carbonilla, donde, como el mismo relató, "se te quedaba el color negro del carbón dentro cuando te hacías una herida". A partir de ahí ya no paró.
Porque gol es la palabra que representa a Quini. Con ellos se convirtió en las décadas de los 70 y 80 en el estandarte del sportinguismo, que llegó a lucharle la Liga a todo un Real Madrid, durante las doce temporadas en las que estuvo en el club como jugador, y en un mito del barcelonismo en las cuatro campañas en las que militó en el Camp Nou. Con la ayuda de su innata calidad y olfato para el remate, y un innegable trabajo, fue creando su figura de estrella. Con sus 219 dianas solo en Primera, categoría en la que conquistó cinco trofeos pichichi, que, unidos a los dos logrados en Segunda, está a la altura histórica de Telmo Zarra como uno de los mejores artilleros nacionales de siempre.
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Quini en el Barça |
Su peor momento fue, sin duda, el cáncer que sufrió y que superó en el año 2008. Semanas más tarde, su Sporting conseguiría el ascenso a Primera y sus aficionados, lo primero que hicieron, fue acordarse de él con el legendario cántico de "Ahora Quini, ahora", que se hizo famoso en todos los campos de España en los 80. En el banquillo de los gijoneses estaba Manolo Preciado, otro de los "ángeles" del club. Junto a su enfermedad, el otro mal momento que vivió fue el secuestro que sufrió tras un partido con el Barça, hace exactamente 37 años, el 1 de marzo de 1981. Unos electricistas en paro lo raptaron a punta de pistola a la salida del Camp Nou, tras darle la victoria al club culé.
Fue liberado después de estar 25 días en un sótano de 8 metros, pero un año más tarde no dudó en reunirse con uno de los secuestradores porque, como el decía, "todo el mundo merece una segunda oportunidad", dentro de su infinita bondad. Por algo es de los pocos, por no decir el único, que ha conseguido unir en base al amor, el respeto y la tristeza a todos los que tuvieron el más mínimo trato con él o que lo disfrutaron en el terreno de juego: la afición del fútbol, toda la prensa, de todos los chavales que han estado a su lado en Mareo hasta el mismo día de su fallecimiento, de estrellas enormes de este deporte como son Maradona o Messi e incluso del oviedismo, gran rival de su Sporting, dejando de lado una rivalidad histórica y feroz.
"El Brujo" nos ha dejado. Ayer fue despedido con honores en el renombrado Estadio de El Molinón - Enrique Castro "Quini". Los más de 14.000 aficionados que fueron al Estadio a despedirlo terminaron con la piel de gallina, como todos los que lo presenciamos a través de vídeo. Deja de ser el emblema, la imagen y el orgullo gijonés y asturiano para, en el más allá, convertirse en el dios que para su gente ya era en vida. Descanse en paz, Enrique Castro "Quini".
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