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(foto: La Voz de Galicia) |
Dos futbolistas han sido noticia por haber vuelto a casa esta semana. El primero es el "Neno" Lucas Pérez, que retorna a Riazor para defender los colores de su Deportivo del alma un año después de irse a Londres. El segundo, un David Villa que nunca pensó que volvería a vestirse de rojo cuando tomó la decisión de hacer las Américas en aquel controvertido verano de 2014.
366 días después de anunciarse su marcha al Arsenal, Lucas Pérez vuelve al lugar donde siempre ha sido feliz. Con un Deportivo con las arcas en números rojos y con el equipo de Wenger buscando delantero, sus 17 goles y 10 asistencias en un equipo que luchaba por la permanencia no pasaron desapercibidos, y la venta parecía un hecho. 14M€ provocaron su viaje al Emirates Stadium y un respiro en la parte económica del club coruñés pero una dificultad deportiva y psicológica, que no lograron llenar. La partida de Lucas Pérez no era solo la del delantero goleador del equipo. Era la de un líder, la de un buque insignia, la de alguien que guía el camino a sus compañeros, y la de un héroe para su afición. Cualquier niño se podía reflejar en la cara del delantero de 28 años y ver la ilusión y el esfuerzo y trabajo de alguien que tuvo que irse lejos de casa, a Madrid, a Ucrania, o a Grecia, para volver y asentarse allí donde estaba su gente, "os seus". La historia de un chico que lo dio todo por un sueño.
"El fútbol es un negocio, no solo el mío, también el del Dépor, el de la afición... Si tienen que venderme para seguir creciendo pues me iré", eran las palabras de Lucas meses antes de ser traspasado. Pero ni uno ni otro han podido crecer separados. La relación entre Deportivo y Lucas es como la de dos organismos simbióticos, que se necesitan para vivir. El Dépor se vio huérfano de una figura de ese líder que él era, mientras Lucas en Londres no contaba con la confianza y el apoyo que le emanaban en Riazor los suyos.
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(foto: UEFA) |
Algo más ha tenido que esperar David Villa para volver a ser nombrado en una lista de convocados de la Selección Española. 1.167 días exactamente, desde el 23 de junio de 2014, en la victoria estéril de España ante Australia en Curitiba, tras la que la Selección quedaba apeada del Mundial de Brasil en fase de grupos. Villa anotó ese día su último gol con el 7 de la Selección a la espalda, de taco. Era un secreto a voces que sería su último partido internacional. Pero Del Bosque parecía que no lo sabía, o no le importaba, y le sustituyó en el minuto 56, con posteriores lágrimas de "El Guaje" en el banquillo. Se cerraba una época gloriosa esa calurosa tarde de verano en Brasil.
Cuando el 25 de agosto Lopetegui dijo su nombre en Las Rozas se volvió a abrir una puerta que el delantero nunca había cerrado del todo. Era incapaz de hacerlo. La vida de David Villa en la Selección parecía haber pasado a mejor vida cuando, antes del Mundial, anunció su fichaje por el nuevo New York City de la MLS estadounidense. Una Liga menor, donde el asturiano recibiría su último gran contrato y jugaría más relajado, sin la presión de ganar. Qué poco conocemos al Guaje. 60 goles en 88 partidos en la MLS, con 19 de esas dianas esta temporada son números de alguien que se lo está tomando en serio.
Sin Diego Costa, poco rodado después de su lío con Conte y el Chelsea, se presentaba como una ocasión perfecta para rellenar ese hueco de la delantera con alguien como él. Jugándose el Mundial de Rusia, Lopetegui se ha atrevido a convocar a Villa, asumiendo cada parte su rol. David sabe que no vuelve para ser titular. Que Morata, Aspas u otros que no han venido están por delante de él. Pero se merecía otra despedida. El máximo goleador de la historia de la Selección Española y el 7 de España se merecía algo mejor. Un Bernabéu volcado con el equipo, en pleno éxtasis tras la lección de un pequeño de Málaga, pidió su entrada tras el 3-0, entró en locura cuando lo vio calentar y lo jaleó hasta la extenuación con su entrada al campo. Apenas jugó tres minutos, pero volvió a sentir lo que pensó que ya se había ido. Y se despidió como merecía y merece. O no.
Dos vueltas bien distintas pero que conllevan reacciones bien parecidas. Porque volver a casa nunca es una mala noticia, aunque no sea Navidad.
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