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(foto: UCI) |
El ciclismo está lleno de grandes profesionales, unos mejores, otros peores, otros tantos que recordaremos por aquella victoria o aquel momento en que se vistió de amarillo. Pero los que siempre quedarán en nuestras retinas serán esos "fuoriclasse" capaces de hacer lo inimaginable. El ciclista que responde a esa palabra a día de hoy es eslovaco, y tiene nombre y apellido.
Peter Sagan no solo gana, también deja huella. Ya en su debut como profesional en 2009 se preveía que había ciclista a considerar en el futuro, pero era imposible pensar que conseguiría todo lo que ha logrado a día de hoy. De carácter desenfadado, a veces un poco confuso, con un característico estilo alegre en la carretera ejemplificado en sus cabriolas, sus excentridades y demás ha llegado a las más de 100 victorias profesionales (y casi otros tantos segundos puestos) dejando huella en el aficionado.
Su histórica tercera victoria consecutiva en los Mundiales es una buena noticia para el mundo ciclista. Me atrevería a decir incluso que inmejorable. El elegido de su generación. Lo disfrutamos dentro y fuera de la competición. Imposible olvidar su victoria en el Tour de Flandes 2016, sus múltiples subidas al podio de París, sus descensos dementes o sus increíbles salvadas en situaciones en las que otros ciclistas besarían el suelo, además de haberse convertido en un icono que mira y se preocupa por promocionar el ciclismo, que sabe vender este deporte y que lo hace lucir bien fuera del entorno ciclista gracias a su interminable carisma. Muchos aficionados se ponen las bicis en la televisión para ver "la próxima de Sagan". Eso sí, como todos, ha tenido también malos momentos que no han ensombrecido su ascensión a los cielos del mundo ciclista.
Peter te mata de cualquier forma. En un recorrido con piedras, al sprint en los metros finales, en un recorrido llano, con subidas, con ataques lejanos. Richmond, Qatar, Bergen. Tour de Francia, Flandes, Tirreno, California, Québec. Un ciclista sin límites. El más listo de la clase. Un asesino de la carretera. Una hiena (entiéndase en el buen sentido de la palabra) que caza sola, hambrienta, y que sabe esperar la ocasión perfecta, idónea, para realizar el mordisco.
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El tercero (foto: UCI) |
Amado por muchos, odiado por otros, es innegable que Sagan da espectáculo, y más con ese arcoíris que ya forma parte de su piel. El año que viene volverá a intentar impartir otra lección en Austria y forjar un pasito más de su leyenda. Mucho queda para ello. Pero, Peter, que no se te olvide, nos debes más lecciones, una sobre todo en los adoquines y el velódromo de Roubaix.
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