CUANDO LA MAGIA Y LA CONTUNDENCIA SE UNEN

(foto: UEFA)

Isco y Casemiro. Casemiro e Isco. Dos jugadores tan distintos y tan complementarios en este Real Madrid. Ambos se han encargado personalmente de darle un nuevo título al equipo de Zinedine Zidane, que sigue contando la gran mayoría de los torneos por victorias.

Desde Arroyo de la Miel viene la magia, la pausa, la pisada, el pase decisivo, el gol. Isco es algo diferente en el Real Madrid. Controla los partidos cuando quiere, enloqueciendo a defensas y porteros con sus quiebros y sus regates mágicos. Anoche contra el Manchester United volvió a dejar todo esto. Un Isco enchufado es un lujo. Incluso hizo olvidar el flojo partido de Luka Modric, para lo que nos tiene acostumbrado el croata. El malagueño, con su luz mágica, deslumbra la vista del aficionado y solo deja visualizarlo a él por el campo, repartiendo juego y espectáculo. Con él, el Real Madrid es mejor, es más fiable, menos propenso a la rotura del orden y ve con más facilidad la llegada habitual al área rival, además que le hace depender menos de la tiránica BBC, que ayer fue solo la BB. Unos 20 minutos jugó Cristiano Ronaldo, en su vuelta al juego en la misma semana en la que volvía de vacaciones.

Sangre joven en el Real Madrid (foto: Instagram)

La presencia del centrocampista fue totalmente clave en el intervalo de tiempo en el que el Real Madrid marcó sus dos goles. Desde, más o menos, el minuto 20 de juego, hasta el gol del Manchester United en el 61, Isco fue clave. En el primer gol, la jugada que conduce al centro de Carvajal para que remate Casemiro nace y muere en sus pies. En el segundo, su gol, la combinación con un Gareth Bale que mostró su cara más amable en mucho tiempo, es de pelotero. Y en la definición no se puso precisamente nervioso. Está comenzando a poner a todos de acuerdo en el seno blanco y, si quiere, podrá hacerlo también en la Selección.

Odiosa comparación, a vistas de lo sucedido anoche, con Pogba. Tiempo atrás la llegada del francés al Real Madrid parecía clara, y alguien tenía que salir. Ese alguien estaba destinado a ser el malagueño. Todos sabemos el resultado final. Anoche ese chico de Málaga venció a ese francés que no conseguía enlazar una jugada lo suficientemente buena para que su equipo jugase cómodo. En el campo, donde el márketing de poco vale.

(foto: MARCA)

Desde São José dos Campos viene la contundencia de Casemiro, menos vistosa, menos agradable para el espectador, muy criticada por ciertos "expertos" del fútbol, pero necesaria hasta cierto punto con toda la constelación de estrellas que posee el Madrid de mediocampo para adelante. Hasta la entrada de Fellaini, que estiró a un Manchester desesperado e incapaz de crear peligro en tres cuartos de campo, el brasileño hizo lo que quiso con los ataques de los red devils y, si aún por encima, tiene gol como lleva demostrando en las últimas finales, su aportación en el terreno de juego aumenta de forma considerable.

Con tan solo 25 años, está llamado a liderar la zona de destrucción del mediocampo del equipo Blanco, junto a Marcos Llorente, una de las joyas del fútbol español. Destruir para poder crear, lo que Casemiro proporciona a un Real Madrid que está mutando a un equipo que fía mucho más sus posibilidades de victoria a un buen trato de la zona intermedia del verde que a la pegada en portería rival, que aún tiene. La contundencia está asegurada para rato en el Santiago Bernabéu.

(foto: Mundo Deportivo)

Irónico suena que el derrotado fuera José Mourinho, ex ocupante del banquillo del Real Madrid, en el que solo logró una Liga, una Copa y una Supercopa nacional. El portugués se vio superado con un método totalmente distinto al que él buscaba Madrid y que trató de utilizar anoche con su Manchester United. Sin él, el Real Madrid ha logrado hacer más grande su leyenda y aumentar su vitrina de títulos, tras las llegadas de Ancelotti y Zidane, dos entrenadores que sí creyeron en otra forma de ver y de jugar a fútbol, primando la participación y la acomodación en el grupo de futbolistas que prefieren el fútbol vistoso, antes de un juego que abusa de la práctica de desechar la posesión y el buen trato del balón, además del uso de la prudencia y el discretismo verbal. O quizá el pecado de Mourinho fue coincidir con el mejor Barça de la historia.

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